Las ventas de automóviles con motorización diésel han perdido seis puntos porcentuales de cuota en el mercado español en lo que va de año. La incertidumbre que generan entre los consumidores las declaraciones políticas sobre el futuro de este combustible afecta directamente tanto a las matriculaciones como al valor residual de los coches usados de gasóleo, generando una importante preocupación entre los fabricantes.
Es así como ANFAC (Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones) ha querido aclarar la situación sobre estos propulsores, considerando que “estas manifestaciones políticas en contra del diésel, en general, no responden a la realidad actual de esta tecnología”.
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¿Qué argumenta el sector para seguir defendiendo al diésel? Son varios los aspectos que señala ANFAC, empezando por uno que estadísticamente admite poca discusión. “El problema no es el diésel, son los coches viejos que circulan por nuestras carreteras”, apunta Mario Armero, su vicepresidente ejecutivo. Según los datos que maneja la asociación, los nuevos diésel causan hasta un 84% menos de emisiones contaminantes NOx y un 90% menos de partículas que los automóviles con más de 15 años de antigüedad. Los avances de la ingeniería (filtros de partículas, catalizadores, eficiencia de los motores, inyección de urea en la combustión) han equiparado la contaminación de los modernos propulsores de gasóleo con los equivalentes de gasolina.
El alarmismo generado en torno al diésel ha tenido, lógicamente, un impacto directo en la mayor penetración de los modelos de gasolina, en concreto un 5% en este ejercicio 2018. Un aumento de las ventas con un reflejo muy negativo en las emisiones de CO2, superiores en estas motorizaciones, dificultando, en opinión del ANFAC, la lucha contra el cambio climático, una de las prioridades expresadas por el Gobierno.
Todo ello afecta de forma directa a la actividad industrial del sector en España, cuyas fábricas producen cada año 1,4 millones de vehículos y dos millones de motores. Pese a la flexibilidad de sus cadenas de montaje, tales vaivenes tienen un impacto inevitable en “su planificación, la amortización de sus inversiones y sus acuerdos con los proveedores, con la consecuente reducción de su competitividad”, señalan desde ANFAC.
Desde la asociación de fabricantes consideran que una política medioambiental acertada pasa por “actuar contra un parque automovilístico cada vez más envejecido”. En esta línea proponen una fiscalidad renovada y más verde, que fomente la renovación de los automóviles, especialmente con nuevos modelos de emisiones bajas o cero. Urgen a la activación de programas de incentivos a la compra MOLVALT y VEA, además dinamizar la figura del gestor de carga.
Pero todo sin expulsar de este escenario cambiante las motorizaciones diésel de última generación, plenamente competitivas y que deben mantener su protagonismo en un proceso de desarrollo en paralelo de ambas tecnologías, persiguiendo siempre el objetivo de una mejora del impacto medioambiental de la movilidad. Una transformación para la que ANFAC reclama prudencia, ponderación y dialogo con el Gobierno, con un enfoque integral para el sector de la automoción.
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