CRETA: el gran proyecto para cobrar un peaje de entrada al centro de las ciudades

Con la tecnología 5G como hilo de conexión, el proyecto CRETA nace, al pie de la letra, para desarrollar una movilidad en coche más limpia, justa y sostenible. Sus promotores, siete grandes empresas respaldadas por fondos europeos, se proponen retos como “una gestión activa y dinámica del transporte” y todavía más: “La optimización del flujo del tráfico a través de diferentes tecnologías disruptivas”. 

En definitiva, los promotores del proyecto quieren controlar las emisiones reales de cada vehículo en cada momento y gracias a eso, por ejemplo, posibilitar la implantación de autovías de pago a la carta –quien más contamina, más paga– o crear peajes para entrar al centro de las ciudades, con el espíritu que recoge la ley de movilidad sostenible, de nuevo en tramitación. O facilitar a la Dirección General de Tráfico la creación de un sistema de etiquetado medioambiental más ajustado a la realidad. 

Y, aprovechando la inercia, también concienciar: “Hay conductores que no tienen idea de cuánto contamina su coche y otros conducen un vehículo ‘limpio’ que, sin ellos saberlo, emite más de lo que se espera porque tiene algún fallo”, resume el director de innovación del Grupo MasMovil, José Jiménez.

Financiado con 2,7 millones de euros de los fondos Next Generation de la Unión Europea, en el proyecto CRETA participan el Grupo MasMovil, Abertis, Cellnex, Indra, Opus RSE, Vinces y Alpha Syltec Ingenieria.

Control de emisiones en tiempo real

La base del proyecto es la creación de un sistema 5G que conecte en tiempo real datos entre distintos sensores, infraestructuras y vehículos. Si se suma a lo anterior la inteligencia artificial, sería fácil, entre otras aplicaciones, implantar un sistema de tarificación variable en función del uso concreto de cada vehículo, incluso calculando la tasa de emisiones por pasajero.

Después de varios meses de integración tecnológica entre las empresas participantes, CRETA se llevará al asfalto durante el primer semestre de 2024 con tres programas piloto. Uno de ellos se desarrollará a principios de este verano en el perímetro de la gran área restringida de Madrid (M-30) y en Alcobendas, y plantea el control de acceso a las zonas de bajas emisiones (ZBE) mediante sistemas de medición remota de los gases y cámaras inteligentes.

La tecnología que se probará servirá para vigilar la entrada a las ZBE en función de la contaminación exacta de los coches en ese lugar y en ese momento. 

“Cuando el vehículo se vaya acercando a esa zona, seremos capaces de enviar una notificación al conductor: “Oye, con ese nivel de contaminación no podrías entrar o no deberías entrar en esta zona’. Y, por ejemplo, se le podrían ofrecer medios de transporte alternativos”, ejemplifica Jiménez, coordinador del proyecto.

Antes de dos meses estará en marcha en el área de acceso a Barcelona (en la autopista C-32) otro programa piloto del proyecto CRETA, con el que se ensayará un sistema individualizado de pago por contaminación. “Queremos facilitar la aplicación de políticas sostenibles y sobre todo más justas”, añade el responsable de Innovación de MasMovil. 

Peajes en las ciudades

Mediante la información extraída de sensores especiales, cámaras inteligentes y algoritmos de inteligencia artificial, el objetivo es crear un peaje variable de entrada a la ciudad. “Somos capaces de obtener muchísima información y de ordenarla, y con ella ofrecer herramientas útiles a la Administración para gestionar la movilidad de forma inteligente y sin errores humanos para que sea más segura, más ágil y menos contaminante”, aporta la directora general de Opus RSE, Josefina de la Fuente, compañía que aporta una de las tecnologías más llamativas del proyecto CRETA, basada en la espectrometría óptica. 

“Hablamos no sólo de las emisiones del coche, sino también de factores como la ocupación del vehículo y la fluidez de la vía en ese momento. Si conviene reducir el tráfico, porque hay una congestión enorme y muchas emisiones, se incorporarán esas tasas, o al revés”, completa De la Fuente.

Cómo se miden las emisiones

En tiempo real y de continuo, los equipos de Opus RSE harán una espectroscopia óptica a todos los vehículos. Lanzarán un haz de luz con cierta longitud de onda que, en función de las características de cada gas, absorberá una cantidad de luz. Al otro lado la luz rebotará en un espejo: el detector recogerá la diferencia de intensidad entre la ida y la vuelta, y con eso ya se sabrá qué compuestos contaminantes (y en qué cantidad) salen de cada tubo de escape. 

A la vez, las cámaras registran la matrícula y los datos se cruzan con los de la Dirección General de Tráfico para saber de qué vehículo se trata y conocer sus características. La inteligencia artificial de las cámaras, además, analizan el nivel de ocupación de los coches: con todo esto es fácil aplicar tarifas a la carta y al instante. 

“Ni siquiera en las estaciones de ITV [inspección técnica de vehículos] tienen el nivel de precisión de estos equipos para medir las emisiones reales”, hace hincapié José Jiménez.

Camiones trucados en Irún

La tercera pata del proyecto CRETA es un programa piloto que contará con la colaboración de Diputación Foral de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco, que arrancará en uno o dos meses en Irún. Su objetivo es discriminar a los vehículos pesados en función de sus emisiones reales y activar alertas si se detectan camiones sospechosos de haber sido manipulados de forma ilegal.

El hilo invisible de CRETA es la conectividad 5G, que transmitirá los datos entre todos los sistemas tecnológicos y que, llegado el momento, podría colarse en los coches. En el proyecto no participa ninguna marca, pero no sería difícil, si se quisiera, llevar toda esta información a los ordenadores de a bordo de los coches dotados con tecnología de transferencia de datos.

Alertas para los conductores

“Va a entrar en la zona de bajas emisiones, pero su vehículo no puede hacerlo”. Alertas en tiempo real como esta servirían para avisar de una posible multa, pero también para informar y sensibilizar al automovilista, en opinión de José Jiménez. “Muchas veces la gente está contaminando una barbaridad sin saber que conduce un vehículo que tiene una avería. Podríamos decirle: ‘Oye, estamos detectando que las emisiones están por encima de lo que especifica la ficha técnica de tu vehículo. Deberías llevarlo a revisión”, apunta Jiménez.

En una fase posterior, los ensayos del proyecto CRETA deberían servir para que los peajes de acceso a las ciudades, cuando lleguen, sean los adecuados. “Entendemos que estos sistemas tienen que ser justos y sostenibles, y tienen que tomar en cuenta el nivel real de contaminación de un ciudadano cuando circula con su vehículo”, sostiene el coordinador del programa. El anteproyecto de la ley de movilidad sostenible ya recoge en una de sus enmiendas el posible uso de tecnologías de medición de emisiones a distancia.

Josefina de la Fuente añade otra posible aplicación de estos ensayos, que ocuparán buena parte de 2024: “Entre el 1% y el 3% de la flota circulante es culpable de entre un 25% y un 50% de las emisiones debidas al tráfico rodado. Identificar a este pequeño porcentaje es crucial. Así se podrían crear políticas justas, por ejemplo un plan PIVE enfocado en esos coches, y que esos propietarios tuvieran una subvención mayor [para cambiar de coche]. El café para todos muchas veces no es eficiente y no arreglas el problema”.