Hay marcas que por sí mismas ya cuentan la historia del automóvil, pero Bugatti relata su faceta más exquisita. Una leyenda que se inició en Milán (Italia), donde nació Ettore Arco Isidoro Bugatti el 15 de septiembre de 1881.
Desde muy joven, creció en un incomparable entorno creativo, ya que su padre Carlo era un renombrado diseñador y entre sus familiares directos se encontraban notables escultores, como su hermano Rembrandt, y también arquitectos.
Inmerso de lleno en la corriente artística del Art Nouveau, Ettore estudió en la Academia de Bellas Artes de Milán, pero desde muy pequeño se interesó también por la mecánica.
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Llamó la atención de su progenitor, tanto por su ingenio como por su destreza, por lo que ingresó de aprendiz en Prinetti Stucchi & C, una empresa milanesa de la época que fabricaba bicicletas y también automóviles.
Fascinado por la velocidad y siempre pensando en materializar sus ideas, el joven emprendedor creó un triciclo motorizado con el que se inscribió en la prestigiosa carrera París-Burdeos de 1899. La experiencia le inocularía para siempre el espíritu de la competición.
Un carácter perfeccionista
Poco después, comenzó a trabajar para prestigiosos fabricantes alsacianos de la época como De Dietrich o E.C.C. Mathis y, en 1907, Ettore Bugatti se incorporó como director de producción a la empresa Deutz AG, cuyo fundador había sido nada menos que el propio inventor del motor de explosión, Nicolás Otto.
Perfeccionista hasta el extremo y de una gran creatividad, el joven Bugatti ya empezó a pensar en el desarrollo de su propio automóvil. Y, en paralelo a sus cometidos en Deutz, se puso manos a la obra en su domicilio de Colonia (Alemania), donde se había mudado con su familia.
Bugatti tenía muy claras las ideas al respecto. Su coche debía ser pequeño, ligero y muy manejable. Pero además debía ser lo suficientemente potente como para ganar carreras.
Era una concepción que iba en contra de las tendencias de la época, donde los mejores automóviles solían ser de grandes dimensiones y equipaban motores enormes con cilindradas de hasta 12 litros.
El primer Bugatti
Así nació en 1909 el Type 10, o también llamado Pur Sang (pura sangre en francés), que fue el primer prototipo creado por Bugatti incluso antes de que su marca fuera registrada oficialmente. Y tal como había sido concebido, el coche de dos plazas solo pesaba 365 kilos. Estaba dotado de un compacto motor de cuatro cilindros 1.2 que desarrollaba 10 CV, con el que alcanzaba los 80 km/h.
De forma milagrosa, este primer ejemplar ha sobrevivido a lo largo de todo este tiempo y a dos guerras mundiales. Después de ser utilizado a diario durante los años treinta por la esposa de Ettore, Bárbara, todavía existe y funciona en manos de su actual propietario, un importante coleccionista estadounidense.
Después de dejar Deutz, Bugatti se estableció en un antiguo taller textil en la localidad de Molsheim y allí comenzó la fabricación en serie de un modelo mejorado y más potente, el Type 13. Sin embargo, durante la I Guerra Mundial, la actividad automovilística se interrumpió para dedicar sus esfuerzos a producir motores de aviación.
Un coche para Alfonso XIII
Al acabarse el conflicto, comenzó para la marca una época dorada durante la cual el genio de Bugatti fructificó en una serie de coches míticos. Triunfaron sin rival en las carreras y también sedujeron a los máximos representantes de la aristocracia y la realeza europeas.
Los modelos deportivos se sucedieron cada vez más eficaces, y el mítico Type 35 ganó más de 2.000 carreras, lo que le convierte en el modelo de competición más laureado de todos los tiempos.
Por otro lado, y para acallar algunas voces críticas y demostrar que también sabía hacer coches de lujo, Bugatti creó en 1926 el Type 41 Royale. Era un compendio de diseño, poder e innovación mecánica que aún hoy en día es uno de los coches más codiciados.
De hecho, por su calidad y rareza, es el coche anterior a la II Guerra Mundial por el que más se ha pagado, superando los 22 millones de euros en una subasta celebrada en 2021.
Y se da la circunstancia de que el primer ejemplar de este modelo estaba destinado al rey español Alfonso XIII, una entrega que se frustró por la proclamación, en 1931, de la II República.
Más de 1.000 patentes registradas
Después de triunfar en las más prestigiosas competiciones, como la Targa Florio, el Gran Premio de Mónaco o las 24 Horas de Le Mans, la marca conquistó los palacios más suntuosos. El éxito de Bugatti no fue casual y estuvo respaldado por una personalidad de arrolladora creatividad.
A lo largo de su vida y apoyado por su hijo Jean, Bugatti registró más de 1.000 patentes y no consideraba una máquina totalmente acabada si no era además lo suficientemente bella.
Una necesidad irrefrenable de mejorarlo todo le llevó a trascender el ámbito puramente automovilístico para aplicar su ingenio de forma no menos brillante en otros campos. Por ejemplo, creando su propia destilería para disfrutar de un licor de mejor calidad.
Bugatti también creó su propia cuadra de caballos de carreras y abrió un restaurante en la localidad alsaciana de Obernai. El establecimiento aún permanece abierto y en su oferta dispone de menús elaborados por el propio fundador.
Pero Bugatti no podía evitar mejorar también las cosas más sencillas, como el coche a pedales de su hijo pequeño Roland, para quien diseñó el Bugatti Type 52 o Baby, una réplica a escala del famosísimo Type 35 al que adaptó un motor eléctrico y que aún hoy se fabrica en un tamaño más grande para los clientes adultos más ricos y caprichosos.
Logotipo centenario
Bugatti registró inventos de todo tipo, como un vagón de tren autopropulsado por motores V8, una afeitadora cilíndrica, un cuadro ultraligero para bicicletas y otro para motos, una caña de pescar, zapatos con cinco dedos… Pero también ideó innumerables diseños industriales: puertas, lámparas, sillones, cubiertos, instrumental quirúrgico, sillas de montar, persianas…
Y todas sus creaciones que fueron avaladas por el prestigioso sello familiar que al principio, en 1909, fue representado por una herradura sobre el radiador y luego por un elefante azul en homenaje a su hermano fallecido, el escultor Rembrandt Bugatti.
Pero el logotipo definitivo fue creado por el propio padre de Ettore, Carlo Bugatti, que ideó el elegante y elaborado emblema que ha perdurado hasta hoy.
Consiste en un óvalo que incluye los colores negro, blanco y rojo para representar la pasión, la potencia y la excelencia; también contiene el nombre y las iniciales de su creador, rodeado por 60 perlas rojas inspiradas en la decoración del Art Nouveau.
Ocupación militar de la fábrica
Por desgracia, después de tan gloriosa etapa se inició un progresivo declive. El primogénito Jean Bugatti había tomado con entusiasmo el relevo al frente de la empresa, pero murió en el verano de 1939 al esquivar a un ciclista cuando probaba un Type 57G Tank, obligando a su padre a retomar las riendas del negocio.
Al llegar la II Guerra Mundial, la planta alsaciana de Molsheim fue ocupada por el Ejército alemán, provocando la quiebra de la compañía. Ni siquiera en esos críticos años Ettore Bugatti se arredró, y durante el conflicto prosiguió con el diseño de nuevos modelos e incluso estableció su nueva fábrica en Levallois, a las afueras de París.
Poco tiempo después, en 1947, el fundador de la marca falleció y fue relevado por su otro hijo Roland, que siguió con los planes establecidos y logró lanzar en 1951, aunque sin éxito, el Type 101, último modelo programado.
La adquisición de Hispano-Suiza
En 1963, la empresa fue adquirida por Hispano-Suiza, su rival española, que destinó las instalaciones alsacianas de Bugatti a la fabricación de material aeronáutico. Pero en 1987 la firma volvería a la palestra automovilística de la mano del empresario italiano Romano Artioli.
Este apasionado del automóvil la adquirió para desarrollar el EB 110, un modelo con motor V12 y 550 CV que vio la luz en 1991. Además de homenajear los 110 años de historia de la marca, la resucitó para la era moderna.
Sin embargo, la etapa definitiva del resurgimiento de Bugatti llegó en 1998 con la compra de la compañía por parte del grupo Volkswagen. Desde entonces, y gracias al importante impulso tecnológico del gigante automovilístico alemán, Bugatti ha recuperado su prestigio entre los mejores coches del mundo.
El Bugatti Veyron llegó en 2005 eclipsando todo lo conocido hasta ese momento. Con su motor W16 de 1.001 CV, una velocidad superior a los 400 km/h y un sofisticado diseño firmado por Giugiaro, situó a la marca en la cúspide de los supercoches del siglo XXI.
El último modelo con motor W16
Y desde entonces le siguieron otras versiones, Chiron, Bolide, Centodieci, Divo, La Voiture Noire y W16 Mistral, a cada cual más exclusivo y sofisticado.
No obstante, este año se iniciará otra nueva etapa para la centenaria compañía ya que será entregado el último Chiron Super Sport 300+, el coche de serie más rápido del mundo (490 km/h). Y con él desaparecerá del catálogo el famoso motor de 16 cilindros para dar paso a nuevas tecnologías.
Desde 2021, y siempre bajo el paraguas de Volkswagen, el fabricante croata Rimac empezó a gestionar la marca Bugatti para pilotar su electrificación. Primero llegará un modelo de mecánica híbrida y que servirá de antesala para otro 100% eléctrico posterior.
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