Reino Unido está explorando nuevas vías para reabastecer sus arcas públicas y algunas son sorprendentes. El próximo 26 de noviembre, se presentarán los presupuestos de 2026 y en ellos podría estar incluido un impuesto específico para los coches eléctricos.
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Tal y como informa el Daily Telegraph, Rachel Reeves, ministra de Hacienda, ha puesto sobre la mesa la siguiente propuesta: gravar los vehículos eléctricos en función de la distancia que recorren. Una idea que, obviamente, está generando gran controversia
Con este impuesto pretenden dos cosas: compensar la pérdida de ingresos vinculada a los impuestos sobre los combustibles tradicionales y garantizar una financiación sostenible para la infraestructura vial.

Bajada en la recaudación
Con el auge de la electromovilidad, uno de cada cuatro vehículos nuevos en el Reino Unido ya es eléctrico. La cara B es que el gobierno británico está viendo cómo sus ingresos fiscales se reducen peligrosamente.
Los impuestos sobre los combustibles generan, actualmente, 24.400 millones de libras anuales (27.730 euros, según el cambio actual). Esto representa el 2% de los ingresos totales, pero se prevé que esta cifra disminuya gradualmente.
Si la tasa se materializara, algo que ocurriría en 2028, el gobierno de Reino Unido podría recaudar 1.800 millones de libras anuales (2045,50 euros) a partir de 2030. De ser así, se uniría a Islandia y Nueva Zelanda: dos países que ya han adoptado este modelo tributario basado en el kilometraje.

El impuesto
El plan de Reino Unido podría consistir en un cargo de 3,5 céntimos de euro por cada milla recorrida (1,6 kilómetros) por un coche eléctrico. Esto supondría, aproximadamente, 250 libras (284 euros) al año para el conductor medio.
El gobierno justifica esta medida argumentando razones de equidad: “El impuesto sobre los carburantes se aplica a la gasolina y el diésel, pero no hay nada para los vehículos eléctricos”.
Primeras reacciones
La SMMT, la asociación que representa a los fabricantes de automóviles británicos, no ha tardado en reaccionar. Para ellos, un impuesto para los vehículos que el sector tiene dificultades para vender sería “un grave error estratégico”.
La industria teme, además, un doble golpe: desalentar a los posibles compradores y, al mismo tiempo, dañar la imagen del Reino Unido como destino de inversión. Esto resulta especialmente irónico dado que las ventas de vehículos eléctricos están creciendo, gracias en parte a los incentivos gubernamentales.
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