El sector del automóvil vive un proceso continuo de transformación impulsado por la innovación tecnológica. Entre las múltiples actualizaciones que han marcado esta evolución, destaca la incorporación del cierre automático de los retrovisores, una funcionalidad que, pese a su aparente simplicidad, encierra implicaciones menos evidentes.
El avance de la tecnología y el desarrollo de nuevos sistemas han permitido optimizar los mecanismos de asistencia a la conducción, facilitando maniobras y mejorando la experiencia al volante. No obstante, algunos de estos progresos, lejos de ser infalibles, pueden exponer vulnerabilidades que dejan indefenso al vehículo.
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Es lo que ocurre con el cierre automático de los retrovisores exteriores. En muchos coches, estos espejos se pliegan solos cuando el conductor aparca el coche y lo apaga. Existe, además, un botón para hacerlo cuando convenga: por ejemplo, a la hora de aparcar si el sitio es justo o hay una columna cerca.
Recomendación: no cerrar los retrovisores
De esta manera, el volumen de la carrocería se compacta y la maniobra es más sencilla. Sin embargo, hay otros modelos, más antiguos, en los que este movimiento lo tiene que hacer el conductor: una vez fuera del vehículo, hay quien opta por cerrar los retrovisores para evitar sorpresas desagradables.
Lo que muchos desconocen es que esto puede volverse en su contra. Los retrovisores abiertos hacen que, desde el punto de vista visual, la anchura del coche aumente para el resto de los conductores. De esta manera, a la hora de maniobrar, lo harán a una mayor distancia, manteniendo a salvo la carrocería del vehículo aparcado.
El truco del retrovisor para aparcar
En este sentido, existe un truco protagonizado por los retrovisores exteriores para que aparcar sea más fácil y seguro para las llantas. Consiste en regular el espejo del lado en el que se va a estacionar.

Algunos modelos lo hacen de manera automática al meter la marcha atrás, bajando el retrovisor del lado que se haya indicado con el intermitente. Si no, hay que hacerlo de forma manual seleccionando el espejo correspondiente y bajándolo hasta que se vea la acera para no rozar las llantas con ella.
Es cierto que se pierden otras referencias, pero siempre se podrá detener el coche, volver a subir el retrovisor y colocarlo en su sitio o donde más convenga en cada momento.
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