El mundo del motor es propenso a coleccionar mitos. Algunos de ellos se concentran alrededor de las gasolineras de bajo coste y la calidad de su combustible: ¿es posible que estas estaciones de servicio echen agua en el carburante para timar a los conductores?
La cadena EasyGas Group lanzaba la siguiente pregunta en uno de sus tuits: ¿las gasolineras low-cost echan agua al combustible? Lo cierto es que en España hay un suministrador único de carburante: la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH).
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Tal y como establece la Ley de Hidrocarburos, ella se encarga de almacenar el petróleo de las refinerías nacionales, lo reparte y lo traslada hasta cualquier estación de servicio. Ese combustible (gasolina o diésel) tiene que pasar una serie de controles para cumplir con las normas europeas de calidad establecidas.
Esto es fácil de comprobar con el etiquetado, vigente desde octubre de 2018. Así las cosas, el carburante que llega a las gasolineras es el mismo para todas, independientemente de su destino, y no se puede adulterar con agua.
Las revisiones anuales de las gasolineras
A esto hay que añadir la revisión anual de las mangueras: cada cadena de gasolineras tiene la posibilidad de realizarla con la empresa que prefiera, pero la inspección es la misma. En ella, se verifica el calibrado de los surtidores. ¿Cómo? Comparando el volumen servido con una medida de referencia para comprobar que es el correcto.
No es la única revisión que llevan a cabo. También comprueban los precintos de seguridad que tienen los surtidores para corroborar que no se han manipulado, los sellados y testean todos los componentes: mangas, válvulas, conectores y lectores electrónicos.
La última inspección se centra en la seguridad de las instalaciones. El objetivo es confirmar que cumplen con la normativa de protecciones contra incendios, sistemas de desconexión de emergencia y otras medidas.
Lo único que se añade
El combustible que distribuye la Compañía Logística de Hidrocarburos contiene sus propios aditivos para ofrecer la calidad necesaria, pero algunas cadenas tienen su propia fórmula. Estos productos químicos se añaden para sumar cualidades a la gasolina y el diésel. ¿Cómo? Mejorando la quema del carburante para conseguir una serie de beneficios para el motor.
En un principio, los aditivos prometen extraer la máxima potencia del motor, rebajar las emisiones contaminantes y reducir el consumo. Basándose en esto, las grandes petroleras alegan que su gasolina y su diésel ofrecen mayores y mejores cualidades que el combustible de las low cost y, por eso, serían más caros. Eso sí, no es fácil demostrar estas mejoras porque, para ello, se necesita tiempo y un uso intensivo.
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