Indefinición y grandes dudas. La Comisión Europea tenía planeado concretar en 2021 la nueva normativa sobre emisiones, pero otro retraso en su redacción definitiva la demora de nuevo hasta el próximo otoño en el mejor de los casos.
Mientras tanto, los fabricantes de automóviles se inquietan ante la incertidumbre sobre su contenido y la falta de información por parte de la administración. Aunque los motores térmicos tengan ya fijada su prescripción en 2035, hasta entonces deberán sobrevivir bajo las severas leyes de la nueva Euro 7.
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Y las perspectivas no son halagüeñas. Los límites de emisiones contaminantes permitidos por la vigente Euro 6d serán drásticamente reducidos en la nueva Euro 7 que, tras sus recientes demoras, debería aplicarse en 2025 o, como muy tarde en 2026.
La normativa de homologación Euro 7 supone una espada de Damocles para los motores de gasolina tradicionales pero, en su caso, una sentencia de muerte casi segura para los de gasóleo. La casi totalidad de estas mecánicas no podrán cumplir con los nuevos límites en cuanto a emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y estarán abocados a su desaparición, ya que se reducirán un 50% respecto de la actual Euro 6d (40% en el caso de los motores de gasolina).
Sin tiempo para adaptarse
Así lo han entendido muchos fabricantes, que ya prescinden de motores diésel en sus respectivas gamas, considerando que no merece la pena adaptarlos a la nueva normativa mediante costosos dispositivos, como por ejemplo el de un precalentamiento especial previo al arranque para evitar en frío los excesos de NOx.
Para clarificar la situación, la asociación de fabricantes europeos (ACEA) esperaba una entrada en vigor de la Euro 7 el 31 de diciembre de 2025 para los vehículos de nueva homologación y un año más tarde para el resto.
Pero el nuevo retraso siembra las dudas respecto a los contenidos precisos de la ley y los fabricantes se preocupan ante el problema de no disponer de suficiente tiempo para adaptar las mecánicas a unas nuevas y más severas restricciones medioambientales.
Y a lo anterior se suma otra gran duda ya que la Comisión Europea inicialmente se proponía incluir en la valoración de las emisiones contaminantes a las partículas emitidas a la atmósfera por el sistema de frenado de los vehículos y por el desgaste de sus neumáticos, aunque no sean a motor de combustión.
Un problema añadido que tendrán que afrontar los fabricantes desarrollando nuevas tecnologías y para el que ACEA ya ha manifestado la necesidad de establecer una reglamentación específica e independiente de la Euro 7.
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