Las diferentes formas de aparcar (en batería, en línea o en oblicuo) requieren realizar ciertas maniobras con la dirección y la marcha atrás para ubicar convenientemente el vehículo en la plaza disponible.
Pero una vez finalizado el estacionamiento, muchas veces la dirección se queda girada, bien hacia el bordillo de la acera o con las ruedas orientadas hacia la calzada. Una situación que en la mayoría de los casos no es recomendable, porque puede originar males mayores.
Excepciones en las cuestas
La excepción a la regla se debe aplicar cuando que se aparque en calles con una fuerte pendiente, en las que sí se recomienda girar la dirección hacia la acera. Además, se debe engranar una marcha para evitar que el coche se pueda desplazar en caso de algún fallo del freno de estacionamiento.
Por ejemplo, hay alguna ciudad como San Francisco (EE UU), conocida por sus empinadas cuestas, en las que es incluso obligatorio girar las ruedas hacia el exterior de la calzada cuando se aparca. Así, en caso de fallo en la retención de los frenos, el vehículo no rodará pendiente abajo.
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Pero salvo en estos casos particulares, cuando se deje estacionado el coche, siempre será conveniente hacerlo con las ruedas completamente rectas y alineadas con las traseras. Una recomendación que puede evitar accidentes y averías mecánicas.
Al no estar rectas, y tras sufrir un alcance accidental de otro vehículo por la parte posterior, el coche se desplazará hacia uno de los lados, con el peligro de invadir la calzada o la acera, y pudiendo agravar considerablemente las consecuencias del impacto.
Esfuerzos innecesarios
Asimismo, al aparcar junto a la acera, si las ruedas delanteras permanecen giradas, sobresalen unos centímetros de la carrocería. Una circunstancia que puede provocar, sobre todo en calles estrechas, que sean golpeadas por otro vehículo en movimiento y que cause daños al neumático, la llanta o al propio sistema de dirección.
Alinear las ruedas tras las maniobras de aparcamiento preservará su integridad y evitará esfuerzos innecesarios en parado a la amortiguación y al circuito hidráulico de la dirección. De lo contrario, al arrancar en esta posición, se somete a la bomba del sistema a un trabajo extra que puede terminar por dañar alguno de los componentes.
Y lo mismo sucederá con los fuelles o guardapolvos de caucho que protegen la transmisión. Sufrirán más de lo normal al permanecer en una posición forzada, acelerando su desgaste.
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