De lo que tenga el ciclista en la cabeza dependerá que sufra o no un accidente, y que si le ocurre –también por culpa ajena– sea lo menos grave posible. De un casco, por ejemplo, que incluya un sistema de detección de caídas, intermitentes y luz de freno, y que resista la lluvia y el frío y el sol más inclementes, pues los siniestros suceden con más facilidad en circunstancias extremas.
La marca que lo vende, Livall, fundada por un licenciado en Tecnología y Gestión de la Información (Bryan Zheng) y un experto en Ciencias de la Computación formado en el prestigioso MIT estadounidense (Manuel Marín), pretende desde 2015 apaciguar la nueva movilidad urbana, con una presencia creciente de bicis y patinetes eléctricos y una relación tirante entre sus usuarios y los conductores.
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Esa idea los ha conducido desde el principio a crear sistemas de protección predictivos y conectados para minimizar los riesgos de uno de los colectivos más vulnerables en las vías, el de los ciclistas y –cada vez más– los usuarios de vehículos de movilidad personal. Y el nuevo paso ahora es la apertura de su primera tienda en el mundo (en San Sebastián de los Reyes, Madrid), ya que antes solo vendían por internet.
En los tres últimos años, se han registrado 1.300 accidentes en España con al menos un patinete (o similar) implicado, con un saldo de 16 fallecidos. Solo en 2020, según los datos de la Dirección General de Tráfico, en las ciudades españolas fallecieron 21 ciclistas y siete usuarios de vehículos de movilidad personal.
La respuesta son cascos como el BH51M NEO (179 euros) o el EVO21 (129 euros), resistentes a los golpes más violentos, como se espera de un casco, pero, sobre todo, con tecnología digital avanzada. Esto se traduce en sistemas inteligentes como la luz trasera de freno adaptativa, cuya función es ubicar correctamente al usuario entre el tráfico. Los sensores de movimiento del Livall EVO21 detectan una reducción repentina de la velocidad y, en consecuencia, aumentan la intensidad de la luz para alertar a los vehículos que circulen detrás. Y con un mando que se coloca en el manillar, la tira de luces led del casco pueden desempeñar también el papel de los intermitentes en los giros urbanos. Los dispositivos también incluyen un asistente de comandos de voz y un sistema manos libres para atender llamadas sin soltar el manillar, así como un modo walkie talkie para hablar en grupo.
Después de recaudar más de nueve millones y medio de euros para investigación, y de recibir premios en el CES de Las Vegas y en los prestigiosos iF Desing Award, Livall también colabora con el proyecto DGT 3.0, que investiga, entre otros aspectos, la aplicación de la conectividad en la gestión del tráfico. Una de las funciones más destacadas de estos cascos inteligentes es que disponen de función SOS. Son capaces de detectar caídas y, a través de una conexión con el teléfono, enviar un mensaje automático al número de contacto de emergencias elegido previamente. En el SMS se incluye un enlace a Google Maps que muestra la ubicación exacta del accidentado.
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Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).