A veces, aunque no muy frecuentemente, la astucia se impone a las reglas. Un conductor ha mostrado a los demás que los radares móviles pueden ser vulnerables y que, por lo tanto, hay una manera legal de esquivar las multas que imponen.
Rottweil es una localidad de 25.500 habitantes que está situada entre la Selva Negra y la Jura de Suabia (Alemania). Allí, un ciudadano aprovechó un vacío legal para interferir en el funcionamiento de un cinemómetro instalado en la ciudad. Literalmente.
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Aparcó su caravana delante de un control de velocidad móvil, dejándolo inutilizable y evitando que detectara a los conductores que excedían los límites. Lo cierto es que este hombre tenía todo el derecho a dejar ahí su remolque, aunque obstruyese al radar.
Un portavoz de la ciudad informó de que el conductor no tenía razones para temer una multa. El sitio que había elegido para su caravana era una plaza de aparcamiento habitual y, además, 24 horas después ya había movido su vehículo.
De vez en cuando, instalan ese radar móvil en esa calle por dos razones. La primera de ellas es por prevención: no en vano, las autoridades decidieron colocarlo ahí basándose en los avisos de los ciudadanos, que alertaban sobre las peligrosas situaciones que tenían lugar constantemente.
La segunda es porque se trata de una zona concurrida. Por allí pasan muchos autobuses escolares y, además, los padres y madres dejan y recogen a sus hijos en las escuelas situadas a lo largo de la calle.

Un fallo de cálculo
Normalmente, la estructura donde se instalan los radares móviles urbanos se coloca de manera que los vehículos estacionados no puedan convertirse en un obstáculo. No fue así en esta ocasión, en la que dejaron un hueco perfecto para la caravana.
Las autoridades alemanas, evidentemente, no previeron que un vehículo que no fuera un coche pudiera aparcar delante del cinemómetro e impedirle cumplir su misión: penalizar el exceso de velocidad.

Destrozar un radar
Hay quien va un paso más allá y opta por destrozar los radares para evitar que cumplan con su cometido. En España esta acción puede estar sancionada con una multa de miles de euros más el coste de la reparación.
La Dirección General de Tráfico (DGT) apunta que el castigo por vandalismo puede ascender hasta los 3.000 euros en el caso de un radar fijo. Sustituir la cabina puede costar hasta 15.000 euros y hacer lo propio con el dispositivo puede irse hasta los 40.000 euros.
Estos castigos son aplicables tanto si el daño ha sido causado por un golpe con un vehículo (en cuyo caso se hará cargo el seguro) como si se ha realizado de forma intencionada.
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