Vincenzo Lancia vino al mundo en el pueblecito piamontés de Fobello (Italia) el 24 de agosto de 1881. Era el menor de cuatro hermanos, hijos de un fabricante de sopa enlatada que había prosperado trabajando durante algunos años en Argentina.
Formado como jurista, Vincenzo no tardó en abandonar el ejercicio de las leyes para dedicarse a su verdadera pasión, la mecánica. Tras obtener el beneplácito de su progenitor, entró a trabajar como contable y aprendiz mecánico en la fábrica de bicicletas de Giovanni Battista Ceirano de Turín.
Y sucedió que, en 1899, la compañía de bicicletas desarrolló un prototipo de automóvil que acaparó la atención de los inversores, que fundaron una nueva empresa dedicada a la producción de automóviles y que sería registrada como como Fiat.
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Tanto la patente del prototipo como los empleados de la fábrica de bicicletas pasaron entonces a pertenecer a la nueva marca automovilística, un golpe del destino que abrió el camino más acertado para que Vincenzo pudiera cumplir su sueño. Y es que, si había algo que ansiaba el joven italiano, incluso más que conocer los secretos de la mecánica, era pilotar coches de carreras.
Primera victoria de la escudería Fiat
Después de curtirse al volante durante una temporada en el departamento de pruebas de la Fiat, Vincenzo Lancia entró a formar parte de la escudería oficial de competición, en la que pronto destacaría por su arrojo y grandes cualidades. Tanto que pronto sería apodado el Hombre más rápido del mundo, a lo que hizo honor brindando a la marca su primera victoria deportiva en la carrera en cuesta Turín Sassi-Superga de 1902.
De carácter intrépido y, como registran las crónicas de la época, en ocasiones un tanto impulsivo, Lancia se labró una gran reputación como piloto acumulando en su palmarés diversos récords de velocidad y sonadas participaciones. No solamente en las carreras locales sino también en importantes competiciones internacionales.
Sin embargo, su arrolladora personalidad no casaba bien con el conformismo de una actividad estable. Exigente en el trabajo, pero jovial y amante de la buena mesa en privado, decidió en 1906 crear su propia marca de automóviles. Junto a Claudio Fogolin, su amigo y compañero en la Fiat, abandonaron la compañía de la familia Agnelli y registraron el nombre de Lancia.
Aunque sin resquemores, puesto que Vincenzo siguió manteniendo una relación cordial con sus anteriores empleadores y durante los dos años posteriores continuó defendiendo sus colores, pilotando con entusiasmo los coches de carreras de la escudería Fiat.
El primer modelo de Lancia
Una actividad deportiva que siguió compaginando como piloto de pruebas, pero de su propia marca. Hasta que quedó satisfecho de los resultados y ya pudo estrenarlos en competición.
Aunque se dedicaba en cuerpo y alma a su floreciente negocio, nunca renunció a las carreras y, entre otras iniciativas, impulsó personalmente en 1922 la construcción del legendario circuito de Monza.
En cuanto a la fabricación de sus coches, en sus inicios Vincenzo Lancia se centró en el desarrollo de los chasis y los motores, encomendando la envoltura exterior a las por entonces muy numerosas empresas carroceras. Así, su primer modelo, bautizado como Alpha, podía servir igualmente como turismo de pasajeros o como un bólido monoplaza de competición, según la carrocería con la que se vistiera.
La gran evolución tecnológica de Lancia llegaría en 1922 con el modelo Lambda. Muy avanzado a su tiempo, aportaba entre otras innovaciones una carrocería autoportante y la suspensión delantera independiente. Posteriormente, la gama se fue completando con modelos de otras categorías, como el popular Augusta de 1933 y que daría origen a los siguientes Ardea y Apia.
En 1937 la marca ya se aprestaba a sustituir el revolucionario Lambda por un modelo más avanzado bautizado Aprilia. Un importante lanzamiento que, lamentablemente, Vincenzo Lancia no llegó a ver ya que falleció repentinamente ese mismo año a causa de un ataque cardiaco.
Una viuda al frente de la empresa
Para sustituirle, tomó las riendas de la compañía Adela, la viuda de Lancia, que antes de casarse había trabajado como su secretaria, por lo que conocía muy bien la empresa. Y fue una época particularmente difícil, no solo por la trágica pérdida de su marido sino también por el estallido de la II Guerra Mundial durante la cual la fábrica se vio abocada a producir material bélico.
Una vez acabada la contienda, en 1947, asumió la dirección Gianni Lancia, hijo mayor de Vincenzo y Adela, que decidió seguir el rumbo marcado por su progenitor: diseñar y fabricar coches exclusivos y de avanzada tecnología. Así llegaría otro hito de la marca, el Aurelia, que con su potente motor V6 dejó su impronta en la historia del automóvil .
Al igual que su padre, Gianni sucumbió a la fascinación de las carreras, particularmente en la especialidad reina de la F1. Pero a diferencia de Vincenzo, el joven Lancia no la supo compaginar con las obligaciones empresariales. Destinó gran parte del presupuesto a mantener la escudería de competición, dejando desatendido el necesario desarrollo de nuevos modelos y la puesta al día de los existentes.
La situación financiera se agravó hasta el punto de llegar al borde de la quiebra. Momento en que la compañía fue adquirida por Carlo Pesenti en 1955, que era dueño dueño del por entonces mayor grupo cementero italiano.
La edad de oro del diseño
La nueva estructura empresarial permitió entonces al destacado ingeniero Antonio Fessia concebir el Flavia, primer modelo de la firma con tracción delantera y que llevaba un innovador motor de cilindros opuestos. Sería el modelo que tras la crisis devolvería a Lancia el prestigio que le correspondía.
En 1957 le seguiría el Flaminia y, tres años más tarde, el Fulvia, que sumó a la gama una bella versión cupé en 1965. Al tiempo, la compañía se diversificó industrialmente, produciendo vehículos industriales, versiones militares y también motores para la industria aeronáutica.
Sin embargo, en años posteriores Lancia no consiguió seguir el ritmo de otros fabricantes europeos y pronto su gama resultó escasa para poder ser competitiva en un mercado que crecía exponencialmente y estaba cada vez más disputado. Por lo que, en 1969, se completó el círculo y Lancia volvió a sus orígenes al ser absorbida por el ya todopoderoso Grupo Fiat.
Se abriría entonces otra época de expansión para la marca, durante la que llegarían una nueva serie de modelos iniciados por el Beta que dio origen durante los años 70 a numerosas variantes de todo tipo, descapotables incluidos, y manteniéndose en activo como modelo hasta 1984.
Seis campeonatos del mundo
Le sucedería el Gamma, diseñado por Pinifarina, para dar paso al que sería el mayor acierto de la marca en tiempos modernos, el Delta. Un modelo que fue diseñado por Giorgetto Giugiaro y que resultaría decisivo para volver a encarrilar a Lancia, por sus resultados comerciales y también por sus innumerables éxitos deportivos en la especialidad de los rallies, en los que consiguió nada menos que seis campeonatos del mundo.
El Prisma (versión de tres cuerpos del Delta) y la ambiciosa berlina Thema, que ofrecía en su gama una versión con motor V8 Ferrari, culminarían aquella época dorada para Lancia. Al llegar al cambio de siglo, al Thema le sucedería el Kappa y también llegó el Y, seguido de su relevo Ypsilon, un utilitario que ha mantenido viva a la marca a lo largo de su declive de la última década hasta su desaparición hace unos años del mercado internacional.
Sin embargo, el Grupo Stellantis, al que pertenece Lancia, ya ha anunciado el inminente regreso de la marca. Y lo va a hacer a lo grande con una nueva gama que heredará la larga tradición de Lancia en cuanto a estilo pero que a la vez incorporará las últimas tecnologías de la electrificación. El primero en llegar será el nuevo Ypsilon, en 2024, un modelo urbano con mecánica 100% eléctrica.
Le seguirá en 2026 un modelo premium con 4,6 metros de largo y que será el buque insignia de la marca. Y los próximos objetivos de Lancia se culminarán en 2028, con la llegada de un resucitado Delta, de corte más deportivo que los anteriores y, por supuesto, también electrificado.
Una lanza y un volante
Estos planes han sido recientemente desvelados por Luca Napolitano, nuevo consejero delegado de la marca, y darán continuidad en el siglo XXI a los sueños de Vincenzo Lancia. Entonces volverá a campar su bandera, un emblema que también tiene su historia ya que, al principio, Lancia no tenía logotipo y se identificaba mediante su nombre escrito en letras doradas sobre el la parrilla del radiador.
Pero en 1911, el conde Carlo Biscaretti di Ruffia, gran amigo y colaborador de Vincenzo Lancia, le obsequió con una artística creación de diseño que distinguiera su marca. El logotipo original constaba de un volante de cuatro radios, con la maneta del acelerador a la derecha como se estilaba en aquellos tiempos, encuadrado en una bandera azul que lucía su nombre y sostenida por una lanza (Lancia en italiano) a guisa de mástil.
A lo largo de todo este tiempo, la insignia de Lancia ha variado poco. La última modificación fue en 2007, cuando el antiguo volante se sustituyó por otro cromado, con solo dos radios y más moderno, pero igualmente deportivo, y a la vez que el diseño se hacía más simple al prescindir de la lanza y la bandera que lo enmarcaban.
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