El Polestar 3 es el SUV eléctrico que esperaban los muy exigentes

El modelo superior de la marca sueca aporta una nueva forma de entender esta tipología de automóviles sin emisiones.

Polestar 3

Cuando parece que todo está inventado, siempre hay alguien que consigue demostrar que no es así. Incluso en una industria tan concurrida, competitiva e innovadora como la de la automoción. Decenas de marcas y cientos de modelos aspiran a conseguir la aceptación de los clientes con fórmulas que a menudo se repiten o se parecen al menos. Por ello resulta gratificante e ilusionante cuando esa normalización se quiebra de forma inesperada.

Polestar ya había avisado de sus intenciones con su primera propuesta, una berlina como el Polestar 2 capaz de reclamar atención incluso en un segmento de capa caída como el suyo. Una tendencia que va mucho más allá con el segundo modelo de este sello sueco que se resguarda bajo el paraguas del gigante chino Geely, compartiendo desarrollos con otra empresa del grupo como es Volvo.

El Polestar 3, cuyas reservas se habían abierto semanas atrás, se empieza a entregar a sus compradores e incluso rueda por las carreteras españolas con motivo de su presentación, al ser Madrid el lugar elegido para su puesta de largo internacional. Y a lo evidente de que es un señor coche, algo previsible con sus 4,90 metros de longitud y sus casi tres metros de distancia entre ejes, se suma señalar que también es un automóvil especial, diferente, con una compleja personalidad dentro de la simpleza del estilo sueco.

Un minimalismo que se aprecia desde el primer golpe de vista, con una carrocería de estilo SUV (que tanto necesitaba Polestar en su catálogo raquítico) de tamaño generoso y de formas limpias pero con mucho carácter. Se sale de la norma, llama la atención y reafirma que es el no va más, al menos por el momento, de la marca.

Su distancia al suelo de 20 centímetros contribuye a reforzar la contundencia de su imagen, además de facilitar el acceso a un interior que se mantiene fiel a ese minimalismo inteligente de los nórdicos. Un estilo de diseño que triunfa en muchas industrias y no podía ser menos en la del automóvil.

Cada cosa en su sitio

En el habitáculo del Polestar 3 todo parece estar en su sitio. De hecho, lo está con una simplicidad que se agradece frente a otras propuestas similares más recargadas y complejas. No falta de nada, pero tampoco sobra. Es evidente que los ingenieros han trabajado en este aspecto tanto como en la sostenibilidad, creando una sensación de bienestar relajante que se repite en pocos automóviles más.

La digitalización contribuye a que esto sea posible. Muchas funciones se agrupan en una gran pantalla central de 14,5 pulgadas colocada en formato vertical. Su manejo y lógica están igualmente estudiadas, desde los colores utilizados a la tipografía o la concreción de los mensajes. Todo buscando que las distracciones al volante sean las mínimas e imprescindibles.

Sin embargo, pese a la teórica facilidad de la interfaz, el usuario precisa de un cierto tiempo de adaptación para tener claro dónde se encuentra cada función, a qué menú acceder para completar una tarea. Seguramente la práctica facilite las cosas, algo similar a lo que ocurre al enfrentarse a las pantalla, iconos y funcionalidades de un moderno teléfono inteligente. Aunque en este caso, hay que hacerlo mientras se conduce…

Buena habitabilidad

Con sus dimensiones exteriores y la distancia entre ejes hubiera resultado sospechoso que el espacio disponible para los ocupantes del Polestar 3 fuera escaso. No es así, desde luego. Un habitáculo amplio, luminoso y despejado recibe a los ocupantes, con un tratamiento exquisito tanto en las plazas delanteras como en las traseras, incluyendo en la altura libre hasta el techo.

La carrocería tiene una anchura de casi dos metros, que se queda en uno y medio en el interior. La distancia para las piernas en los asientos posteriores es muy generosa, mientras que la capacidad de almacenamiento llega a los 500 litros al sumar el maletero trasero habitual y el delantero, bajo el capó, que están popularizando los eléctricos.

Los acabados son de alta calidad dentro de la citada simplicidad sueca, con el uso de materiales reciclados que contrastan con un equipamiento completísimo. Tanto en elementos de confort como en asistencias a la conducción el Polestar 3 es un SUV de última generación, que ofrece más de lo que muestra a simple vista: lo suyo no son los alardes sino la efectividad.

Un eléctrico muy solvente

Polestar fabrica y vende coches eléctricos, exclusivamente y como argumento existencial. Así que debe convencer ante todo en este sentido, lo demás no es diferencial respecto a una mecánica con emisiones. Y el trabajo al respecto es igualmente intachable, el Polestar 3 llega al mercado como una opción más que aconsejable para quienes busquen un automóvil de esta filosofía y puedan pagarlo. Porque también se trata de una marca de posicionamiento prémium y es algo que se refleja en su tarifa.

Su lanzamiento se inicia con la versión de doble motor (más adelante llegará otra con uno solo), cada uno de ellos acoplada al respectivo eje. Su potencia conjunta es de 360 kW (489 CV), mientras que la energía procede de una batería de 111 kWh, capaz de recargarse hasta a 250 kW en corriente continua, es decir, en supercargadores.

La tracción, obviamente con ese par de propulsores, es total aunque el tren delantero se desacopla en determinadas circunstancias para mejorar la eficiencia. En referencia a este consumo de electricidad, la prueba durante la presentación resultó insuficiente para obtener conclusiones fiables sobre valores reales. La marca habla de un promedio homologado en torno a los 20 kWh cada 100 kilómetros recorridos, que se antoja como un valor asumible considerando la acertada gestión de la energía que ya realiza un coche menos sofisticado y avanzado como es el Polestar 2.

Con este dato, se podrían recorrer sobre el papel (es decir, de nuevo con homologación WLTP) cerca de 630 kilómetros. Lo cierto es que al volante del Polestar 3 la barra de consumo, la distancia disponible y la sensación general apuntan a una tranquilidad apreciable, lejos del estrés que provocan coches similares en los que parece que la electricidad se esfuma de forma incontrolada kilómetro a kilómetro. Habrá que comprobar con mayor detenimiento si la impresión es acertada. 

Sorprende en marcha

Saber que este coche sueco se fabrica en China podría despertar cierta inquietud en quien se va a gastar los 92.900 euros que cuesta su edición de lanzamiento. Que el Polestar 3 está ensamblado con esmero es algo que supera una percepción óptica, es incluso más evidente en el momento de conducirlo.

Como coche grande y pesado tiene un aplomo que se agradece sobremanera en autovías o carreteras rápidas. Rueda con consistencia a alta velocidad, en ausencia de ruidos, crujidos o cualquier otro tipo de molestia, especialmente apreciables en vehículos eléctricos por lo silencioso de sus motores.

En curva admite mejor de lo esperado las inercias laterales y los balanceos son contenidos, todo un logro considerando lo que puede llegar a pesar a plena carga. Unos kilos, que como sucede en todos los eléctricos de este tipo, hay que saber parar apoyándose en la retención regenerativa del motor eléctrico y también en el equipo de frenos, que Polestar vuelve a confiar en los especialistas de Brembo. La dirección se puede programar en tres niveles de dureza, así que es sencillo encontrar la más indicada para cada situación, desde la ciudad a una carretera revirada o la autopista.

El Polestar 3 se postula, por tanto, como una alternativa muy solvente frente a las opciones más valoradas en este segmento de los SUV de alta gama con motorización cero emisiones. Tiene cualidades comparables, o superiores en algunos casos, a todos ellos y aporta la frescura de una marca y un estilo originales.  Un gran coche de representación para aquellos que pongan la sostenibilidad y la atención por el medioambiente entre sus prioridades.

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Raúl Romojaro

Una vida sobre ruedas. De piloto (malo) de motocross a periodista deportivo en Diario AS, incluyendo una década en los grandes premios de MotoGP. Apasionado de los coches y las motos, en más de 30 años ha tenido el privilegio de probar unos cuantos cientos de unos y de otras. Ahora, subdirector en Prisa Motor.

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