Prueba del Mazda CX-80: asalto al territorio prémium 

El buque insignia de la marca está disponible, desde 60.000 euros, en dos versiones: una híbrida enchufable y una diésel con un sistema microhíbrido.

mazda cx-80

El Mazda CX-80 es el buque insignia de la marca japonesa.

Un SUV cómodo y versátil. Estos son dos de los adjetivos elegidos para definir al Mazda CX-80: el nuevo buque insignia del fabricante nipón. Con él, pretenden asaltar un segmento premium donde, mayoritariamente, se habla alemán. Esta es su apuesta para lograrlo.

Hace unos meses, EL MOTOR tuvo una primera toma de contacto estática con este elegante SUV, que presume de la característica estética minimalista japonesa y ofrece ese comportamiento de conducción tan característico de la marca que, ahora, se ha puesto a prueba sobre el asfalto.

Dentro del Mazda CX-80

Cuando se accede al interior del Mazda CX-80 salta a la vista la combinación entre elegancia y lujo. Está disponible en cinco niveles de acabado: Exclusive Line, Homura, Takumi, Homura Plus y Takumi Plus.

La unidad de prueba estaba equipada con el tercero de ellos y en él han apostado por materiales nobles (madera, napa…) y unos acabados impecables: también en la tercera fila, que suele ser la gran olvidada en los coches de siete plazas.

El asiento del conductor tiene una posición más elevada de lo habitual.

Merece la pena pararse a analizar el asiento del conductor, con una posición más elevada de lo habitual. Sus ajustes se pueden personalizar para que reconozca las preferencias de cada persona en tres puntos (guiado de la posición al volante, restablecimiento de los ajustes y asistencia para entrar y salir del vehículo).

Es posible ajustar la inclinación del volante (4,5 centímetros de margen) y su altura (siete centímetros). Además, es fácil darse cuenta de que tanto su disposición como la de los pedales obligan al conductor a hacer una fuerza muscular mínima, ayudando a que el paso de los kilómetros no pese.

El Mazda CX-80 tiene capacidad para seis o siete personas.

Tanto el asiento del conductor como el del copiloto y los dos que dan forma a la segunda fila sujetan el cuerpo con firmeza. Mazda es consciente de que el CX-80 es un SUV concebido para largos viajes y ha trabajado, especialmente, la comodidad de las plazas para que los ocupantes se sientan como en casa en cualquiera de ellas. Gracias a su diseño y estructura, reducen los movimientos de balanceo y ayudan a mantener una posición estable de la cabeza.

En el salpicadero, formado por revestimientos textiles, madera y plásticos de buen tacto, el conductor se encuentra con un amplio panel de instrumentos (que permite muy poca personalización) y unas salidas laterales de aire acondicionado, que se prolongan hasta las molduras de las puertas, además de la pantalla central TFT de 12,3 pulgadas y mando giratorio HMI para su manejo.

La pantalla tiene un funcionamiento fluido e intuitivo.

Sus gráficos son buenos y su funcionamiento lo suficientemente intuitivo para que la curva de aprendizaje sea leve. Eso sí, el sistema de navegación resulta confuso a la hora de impartir y proyectar sus indicaciones.

Cabe destacar que el equipamiento de serie tiene una buena notación: asiento del conductor ajustable en ocho direcciones y el del acompañante en seis, volante y asientos delanteros calefactados, climatizador trizona, head-up display, control por voz mediante Alexa, radio DAB con ocho altavoces, bluetooth, Apple CarPlay y Android Auto inalámbricos, navegación híbrida y control de crucero.

Con la tercera fila abatida, el maletero tiene una capacidad de 687 litros.

Aunque el Mazda CX-80 tiene capacidad para siete personas, lo cierto es que su maletero no está pensado para que viaje tanta gente: con la tercera fila en uso, el volumen de carga es de 258 litros… incluyendo el compartimento inferior. Una cifra insuficiente para el equipaje de todos ellos.

Con los últimos asientos abatidos y los de la segunda fila en su posición más adelantada, la capacidad se va a los 687 litros. Una capacidad digna para transportar las pertenencias de cinco personas. Adicionalmente, con todo plegado, esa cifra es de 1.221 litros y de 1.971 si el coche se carga hasta el techo.

Si viajan seis o siete personas, el maletero se queda en 258 litros.

El Mazda CX-80, a prueba

Para poder poner a prueba el Mazda CX-80, la marca ha organizado una toma de contacto en Alemania: concretamente en Augsburgo y en sus alrededores. El recorrido tiene una parte de ciudad, de autovía o, mejor dicho, autobahn, y de carreteras secundarias, para interactuar con este SUV en diferentes escenarios.

La unidad de prueba está equipada con el esquema híbrido enchufable. Combina un motor de gasolina 2.5 litros Skyactiv-G de cuatro cilindros e inyección directa (191 CV a 6.000 rpm y un par de 261 Nm) con un motor eléctrico de 129 kW (172 CV y 270 Nm de par desde 0 rpm). La potencia conjunta es de 327 CV con una entrega de par de 500 Nm.

La versión híbrida enchufable tiene una potencia conjunta de 327 CV y una entrega de par de 500 Nm.

Le acompaña una transmisión automática de ocho velocidades y el sistema de tracción total i-Activ de Mazda. El selector Mazda Intelligent Drive (Mi-Drive) permite elegir entre cinco modos de conducción: Normal, Sport, Off-Road, Towing y EV.

La batería de ion-litio tiene una capacidad de 17,8 kWh y 355 V. Esto se debería traducir en una autonomía eléctrica de 60 kilómetros, pero la realidad es diferente: aguantó unos 50 kilómetros teniendo en cuenta que en los primeros compases de la prueba el coche estuvo lejos de velocidades elevadas. Si nada más arrancar, va directo a una autovía… el rango será aún menor.

La prueba comenzó con la batería completamente cargada: a velocidades bajas el consumo estuvo en torno a los 2,8 l/100 km, pero en la autobahn esa cifra se fue hasta los 5,7 litros. El problema, como ocurre con todos los híbridos enchufables, llega cuando la autonomía eléctrica desaparece: en este escenario, es complicado que el listón del consumo baje de los ocho o los nueve litros.

La batería de ion-litio tiene una capacidad de 17,8 kWh.

No para la ciudad

Esta versión luce la etiqueta Cero de la Dirección General de Tráfico (DGT); la diésel tiene la Eco gracias al sistema microhíbrido que la acompaña. Cabría pensar que, gracias a ellas, el Mazda CX-80 es un vehículo perfecto para las ciudades porque no le afectan las restricciones: nada más lejos de la realidad.

Este es un SUV de enormes dimensiones: 4,995 metros de largo, 1,890 metros de ancho y 1,710 metros de alto, además de una distancia entre ejes de 3,120 metros. Estas cifras no son las más adecuadas para circular por las calles de una urbe y mucho menos para encontrar aparcamiento con facilidad: esta será una tarea compleja, incluso, en los estacionamientos de pago.

Sí es cierto que se nota la buena visibilidad de la que presume. Se han reducido todo lo posible las zonas muertas del vehículo para que el conductor sea más consciente de las dimensiones y la posición del vehículo.

La autonomía eléctrica oficial es de 60 kilómetros.

Perfecto para viajar

No obstante, el Mazda CX-80 está concebido para viajar. La prueba se divide en varios tramos con los que se acumulan cientos de kilómetros y no hay noticia alguna del cansancio: ni para quien está volante y tampoco para el acompañante.

Mazda ha aplicado tecnologías de aislamiento y absorción acústica para reducir los ruidos desagradables al oído humano. Como resultado, en el habitáculo se puede disfrutar del silencio y cuando el conductor demanda potencia, sí se percibe el sonido áspero al entregar su potencia máxima a revoluciones más altas. Sin embargo, no es nada molesto.

A pesar de ser un SUV de grandes dimensiones, tiene muy buena visibilidad.

La marca japonesa ha trabajado mucho para reajustar los defectos del CX-60 en su nuevo CX-80 y el resultado es una conducción mejor y un grato aplomo general. Este SUV se siente como un Mazda.

En autovía, el Mazda CX-80 es suave, tranquilo y predecible. Sobre el asfalto es un SUV con un comportamiento estable gracias a la suspensión delantera de doble trapecio y la suspensión trasera multibrazo. No tiene el rebote de su hermano menor y se siente más estable incluso en superficies menos lisas.

La dirección del Mazda CX-80 es directa y precisa, mientras que la suspensión ofrece un tarado equilibrado.

La dirección es ligeramente pesada, lo justo para ser precisa y directa con el conductor, y la transmisión automática hace un buen trabajo intercambiando engranajes con suavidad.

Estas cualidades las exhibe, también, en las curvas de las carreteras secundarias. A pesar de sus casi cinco metros, se mueve bien: no está concebido para este escenario, pero el balanceo y la inclinación de la carrocería se mantienen, en gran medida, bajo control. Los niveles de agarre, además, son más que adecuados. Esto hace que la conducción sea agradable, pero no emocionante.

En autovía, el Mazda CX-80 es suave, tranquilo y predecible.

¿Para quién es el Mazda CX-80?

El Mazda CX-80 no se esconde: su objetivo es asaltar el segmento premium. Razón por la que no es un coche adecuado para cualquier conductor: está enfocado a aquellos sin reparos económicos y que tienen especial gusto por el lujo, así como por la conducción sencilla y confortable.

Hay que hacer, eso sí, una puntualización. Aquellos que tengan la intención de conducir largas distancias con frecuencia, deberían decantarse por la versión diésel. Si la idea es desplazarse por la periferia de la ciudad, recorriendo unos 50 kilómetros al día, vale la pena considerar el híbrido enchufable. La versión de acceso de ambas arranca en el mismo nivel de precios, 60.444 euros (PHEV) y 60.648 euros, pero el tope de gama supera los 72.000 euros.

Con todos estos ingredientes, el Mazda CX-80 deja claro que tiene argumentos suficientes para plantar cara a los veteranos y tradicionales actores del segmento premium (Audi, BMW, Mercedes, Volvo…). ¿Será suficiente para el asalto?

Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram

Salir de la versión móvil