Karl Abarth nació en 1908 en Viena (Austria), por entonces capital junto a Budapest del Imperio austrohúngaro. Muy interesado por la mecánica y el diseño, en 1925 se trasladó a Milán, en la vecina Italia, para formarse y trabajar en Castagna, uno de los principales fabricantes de carrocerías para automóviles de la época, especializándose en desarrollar cuadros para bicicletas y motos.
Apasionado por estas últimas y ya de regreso a Austria, comenzó a competir, preparando y perfeccionando personalmente las monturas que usaba en competición gracias a sus notables conocimientos de ingeniería.
Fue una actividad que le reportó mucho éxito y experiencia en los inicios de su carrera, profesional, ya que consiguió ganar nada menos que cinco campeonatos de Europa.
Pero esta etapa se interrumpió bruscamente. A principios de los años treinta, sufrió un grave accidente, padeciendo unas graves lesiones que le apartarían para siempre de las dos ruedas.
Sin embargo, y para hacerse una idea de la categoría de este personaje, como no podía seguir montando en moto, construyó un sidecar con el que desafió y ganó al mítico tren Orient Express en su trayecto entre la ciudad austriaca de Viena y la de Ostende, en Bélgica.
Una carrera sin descansos a lo largo de 1.300 kilómetros y cruzando el continente sobre las precarias pistas sin asfaltar de la época.
Nacionalizado italiano
De ascendencia italiana, Karl Abarth se mudó con su familia a la localidad de Merano y adoptó la nacionalidad y el nombre de Carlo, por el que desde entonces sería conocido. El destino estaba escrito para él y, entre sus amigos más próximos, destacaba un tal Tazio Nuvolari, que pasaría a la historia como uno de los mejores pilotos de automóviles.
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Además, tuvo la fortuna de relacionarse con la familia Porsche, que por entonces buscaba distribuidores en Italia, y también conoció al yerno de Ferdinand Porsche, Anton Pïech. Se estableció entonces una relación que se reforzó aún más, ya que Carlo Abarth terminó casándose con la secretaria de Pïech y que se convertiría en la primera de sus tres esposas.
Fue entonces cuando fundó junto con sus socios la Compagnia Industriale Sportiva Italia (CIS), que daría origen a Cistalia. La escudería no cosecharía posteriormente el éxito esperado, pese a contar con Nuvolari, disponer de unos buenos ingenieros y la implicación de Porsche.
Carreras y kits de preparación
Lejos de desanimarse por ello, Abarth creó en 1949 su propia escudería, Abarth & C. S.p.A, fichando a Guido Scagliarini como piloto y desarrollando el 204 A Roadster, un elaborado coche de competición basado en un Fiat 1100. Y el resultado no pudo ser más prometedor, ya que el equipo ganó el campeonato italiano de Fórmula 2.
Pero no solo de carreras viven las empresas. A la vez que triunfó sobre los circuitos, Abarth comenzó a vender piezas en forma de kits para mejorar los modelos de serie más populares de la época, como el famoso Fiat Topolino.
La década de los cincuenta trajo el despegue definitivo de Abarth. Innumerables triunfos se sucedieron en el ámbito deportivo, abarcando numerosas disciplinas como los circuitos, la regularidad o también la consecución de numerosos récords, tan en boga en una época en la cual el automóvil se hallaba en plena expansión.
Una dieta de manzanas y un récord
Y al respecto, un apunte más que explica la arrolladora personalidad de Carlo Abarth es que con 57 años de edad se sometió a una estricta dieta a base de manzanas para adelgazar 30 kilos. El objetivo no era otro que poder sentarse al volante de un estrecho monoplaza Abarth 1.000 y batir personalmente el récord de aceleración.
Por otro lado, su empresa consiguió también grandes resultados en lo comercial. Los productos Abarth para mejorar el rendimiento de los coches conquistan el mercado, incluso al otro lado del Atlántico. La marca se hace muy famosa entre los usuarios gracias a componentes muy demandados, como los sistema de escape que mejoraban el sonido y el rendimiento de los motores.
Gracias a ello, la empresa creció industrialmente y a la llegada de los años sesenta ya contaba con una plantilla cercana a los 400 empleados. La idea de ofrecer tecnología de competición al alcance de todos los usuarios da sus frutos, y rara es la competición de aquellos años en la que no despuntara un coche preparado con los kits Abarth.
Incluyendo España, ya que por la similitud de mecánica con los Fiat, para los que habían sido diseñados, eran piezas que podían adaptarse sin problemas en los Seat nacionales.
Absorbida por Fiat
Sin embargo, los costes de la alta competición empezaron a ser inasumibles para un fabricante pequeño y casi artesanal como Abarth. Tanto, que la compañía comenzó a padecer serios problemas financieros y Abarth fue finalmente absorbida por Fiat en 1971. Algo parecido a lo que sucedería al preparador francés Alpine con Renault y que se produjo unos años antes de que falleciera Carlo Abarth, en 1979, ya retirado en su Viena natal.
Fiat no desaprovechó el bagaje de Abarth y, durante unos años, aplicó su ingeniería para deslumbrar en la especialidad de los rallys dentro de sus diferentes categorías. En ese ámbito, acumuló diversos campeonatos mundiales y nacionales con coches tan emblemáticos como los Lancia Rally 037, Lancia Delta S4 Grupo B, Fiat 131 Abarth o Ritmo Abarth.
Sin embargo, aquella deslumbrante demostración deportiva se apagaría con la crisis y el declive de la especialidad de los rallys, tras el progresivo abandono de esta competición por parte de muchas marcas hasta entonces implicadas. Abarth cayó entonces en el olvido general y quedó relegada hasta nueva orden en los planes del grupo Fiat.
Vuelta a la vida
Una orden que llegaría en 2007, cuando los responsables del gigante automovilístico italiano consideraron el momento de resucitar a la marca del escorpión. Y sería un regreso en la línea con la tradición de marca, basado en el espíritu deportivo y en las preparaciones mecánicas para obtener las máximas emociones a coches pertenecientes a las categorías más populares.
Así se sumaron a la saga histórica otros modelos superventas de Fiat, como los Grande Punto, el Ritmo o el también resucitado 500, pero todos bajo el marchamo Abarth y con unas especificaciones mecánicas exclusivas que incluso devolvieron a la marca al mundo de la competición.
En 2021, la fusión del conglomerado de marcas de Fiat FCA con las del francés PSA, dio lugar al poderoso grupo Stellantis, que ha potenciado aún más las posibilidades para el futuro de Abarth a nivel internacional.
Un escorpión con planes de futuro
Por ejemplo, acaba de presentarse el modelo eléctrico Abarth 500e y que, aunque seguirá conviviendo algunos años con el resto de versiones de motor a combustión, supone el salto definitivo de la marca a la electrificación.
La pervivencia de la marca Abarth está asegurada y el escorpión que la identifica seguirá presente en los nuevos modelos por llegar. Un escorpión que también tiene su historia ya que caracteriza un logotipo inconfundible y que fue diseñado por el propio Abarth.
Coronado por el nombre familiar, el escudo incluye también la bandera tricolor italiana por encima de la imagen de un escorpión, signo zodiacal bajo el cual vino al mundo Carlo Abarth, y que resalta sobre un fondo de pasionales colores amarillo y azul.
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