En 1948, en el Salón del Automóvil de París, se esperaba con expectación la llegada de un nuevo modelo de Citroën. Y es que hacía tiempo que se rumoreaba la aparición de un vehículo pequeño y práctico.
La sorpresa fue mayúscula cuando Pierre Boulanger, director general de Citroën y artífice de este nuevo concepto de movilidad, retiró el velo que ocultaba el nuevo modelo ante un público selecto. “Aquí está el coche del futuro”, dijo Boulanger ante una sorprendida audiencia, encabezada por el entonces presidente de Francia, Vincent Auriol.
Anticipo de SUV
El pliego de condiciones estaba claramente pensado para el mundo rural, aunque algunos de sus puntos podrían valer para los actuales SUV: cuatro ruedas debajo de un paraguas. El 2CV debía ser capaz de transportar un cesto de huevos por un campo sembrado sin que se rompiera ninguno, además de 50 kilos de mercancías.
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Además, debía ser fácil de conducir por alguien sin experiencia al volante, tener bajos costes de mantenimiento y consumir, como máximo, tres litros cada 100 kilómetros. Por supuesto, pese a su vocación agrícola, debía equipar la joya de la corona de la marca: la tracción delantera.
Pese a su público objetivo popular, Citroën no reparó en medios para desarrollar este modelo. Se pensaron y probaron toda clase de innovaciones tecnológicas y de diseño. Así, se ensayaron brazos de suspensión de magnesio, puertas circulares y faros inspirados en las luciérnagas.
El aligeramiento del vehículo se convirtió en una obsesión: el techo era de tela, las ventanillas de mica y la carrocería de aluminio ondulado. Se rechazaban los prototipos que ofrecían demasiado confort. El único capricho se concedió en la tapicería, en la que se atendió la recomendación de la esposa de Boulanger.
Sin motor
Ninguna de las tres unidades expuestas en el salón disponía de motor. Y es que, detrás de esta ausencia, se ocultaba un cambio técnico de última hora. La intriga se resolvió al año siguiente, con un 2CV que enseñaba todos los secretos de su motor de 375cc refrigerado por aire, con transmisión de cuatro velocidades y 9 CV de potencia.
En su evolución no hubo cambios importantes. El motor ganó cilindrada y potencia, aunque se mantuvo siempre con un consumo muy bajo. Los frenos de disco en las ruedas delanteras no fueron necesarios hasta los años ochenta, debido a su ligereza.
Descapotable o furgoneta
Disponible, en un primer momento, exclusivamente en forma de berlina descapotable, desde 1950 se ofrecía también en versión furgoneta. Se vendieron más de cinco millones de unidades hasta el cese de su producción en el año 1990.
Pero el Citroën 2CV tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la industria de automoción en España. En 1958, abría sus puertas, en la Zona Franca de Vigo, la fábrica de Citroën Hispania.
La marca, presente con vehículos importados desde 1924, apostaba por producir en España por el bajo coste de la mano de obra, la situación geográfica de la ciudad gallega y la posibilidad de conquistar un mercado emergente.
El primer modelo que salió de las líneas de montaje de la Citroën de Vigo fue el 2CV, en su versión furgoneta. Pronto seguirían su estela los 2CV turismo.
Un viejo conocido
Las características de este modelo lo hicieron muy habitual en las carreteras de España. Durante décadas, el 2CV furgoneta, pintado en gris, fue el vehículo más habitual de organismos tan esenciales como Correos y Telégrafos y la Compañía Telefónica Nacional de España.
Incluso la Guardia Civil y las unidades de montaña del Ejército se hicieron con varias unidades del Citroën 2CV Sahara, un 4×4 antecesor de los SUV actuales. La peculiaridad de esta versión está en su forma de asegurar la tracción total: tenía dos motores, uno para las ruedas delanteras y otro para las traseras.
Actor de cine…
En 1967 se estrenaba ‘Sor Citroën’. Protagonizada por Gracita Morales, esta comedia fue un éxito de taquilla y fue un fiel reflejo de la presencia del Citroën 2CV y de la simpatía que despertaba en España, además de hacer hincapié en sus puntos fuertes: la polivalencia y su sencillez de conducción y mantenimiento.
Al original color gris de su carrocería, se le fueron añadiendo más colores. Las distintas series especiales, como el Sport, el Charleston o el Cocorico, le dieron un toque más de estilo.
Todo dentro de una estética que se mantuvo casi inmutable durante 42 años. Los cambios más notables en la carrocería fueron el sentido de apertura de las puertas en 1964 o la tercera ventanilla lateral de algunas versiones. Por lo demás, sólo añadiduras de equipamiento y cambios cosméticos en los faros, los paragolpes o la parrilla.
… y también piloto
La gran aceptación social de este modelo y sus excepcionales capacidades fuera del asfalto, ideales para andar campo a través lo hicieron el compañero ideal de aventureros con ganas de dar la vuelta al mundo por poco dinero o de pilotos con pocos recursos, pero con mucha sed de carreras.
Organizados por la marca, se realizaron grandes raids como el París-Kabul-París de 1970 o el Raid África de 1973 (8.000 kilómetros a través del Sahara) en el que miles de jóvenes de varios países europeos, entre ellos España, pusieron a prueba su habilidad al volante, su pericia mecánica y su capacidad para adaptarse a las diferencias culturales.
En España, también se pudo ver al 2CV (junto con el Mehari y el Dyane 6) en las delirantes carreras de Pop Cross.
Todo llega a su fin
El Citroën 2CV se mantuvo con salud de hierro durante los años setenta y ochenta, pero las reglamentaciones medioambientales y de seguridad fueron limitando sus ventas en cada vez más países.
Además, su fabricación seguía siendo manual, por lo que su coste se disparaba frente a los modelos de la época, en los que los robots tenían cada vez un papel más importante.
Tras el cierre de la fábrica de Levallois-Perret en los años ochenta, el Citroën 2CV pasa a fabricarse en Mangualde, desde donde salió el último de su estirpe a las 16.00 del 27 de junio de 1990, tras 41 años de vida comercial y más de cinco millones de unidades vendidas en todo el mundo.
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