El T-Roc es el SUV compacto de Volkswagen, un modelo que se sitúa entre el pequeño T-Cross y el mediano Tiguan. Cuando se estrenó en el mercado, en 2018, solo tenía motores de gasolina. Pero ahora ya ha desplegado su gama al completo y, entre otras novedades, cuenta con un motor 2.0 TDI diésel de 150 CV.
Por su relación entre prestaciones y consumos, y su facilidad para mover el peso con mayor soltura que los de gasolina equivalentes (1.5 TSI de 150 CV), este motor diésel se convierte en la opción más interesante del Volkswagen T-Roc.
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Responde con energía y suavidad, presenta una sonoridad atenuada y permite obtener los gastos más bajos, con diferencias abultadas. Además, puede llevar cambio manual o automático, y tracción delantera o 4×4. Dispone de la etiqueta C de Tráfico.
El Volkswagen T-Roc mide 4,23 metros de longitud, e incluye cinco plazas y un maletero de 445 litros (392 litros con 4×4). Con el citado propulsor, cambio manual y tracción delantera, está disponible desde 31.770 euros.
Si se quiere añadir cambio automático DSG de siete marchas, sube a 35.260 euros (se asocia también a un equipamiento más completo), y, si se monta además la tracción 4×4, a 38.870 euros. En todos los casos, las tarifas no incluyen los posibles descuentos. El motor de gasolina 1.5 TSI, por su parte, no puede montar 4×4, consume más y corre menos.
La mecánica 2.0 TDI de 150 CV declara un consumo medio oficial de 4,8 litros cada 100 kilómetros, con cambio manual y tracción delantera, y de 5,5 litros con cambio DSG y 4×4, que era la configuración de la unidad analizada. El 1.5 TSI, por su parte, gasta desde 6,2 litros.
Pero el T-Roc diésel probado tenía asimismo acabado deportivo R-Line y grandes ruedas (225/40 en llantas de 19 pulgadas), que aumentan el rozamiento y parecen la clave para que haya consumido algo más: 6,5 litros en los viajes por autopista y siete en los recorridos urbanos. El promedio final, sumando también tramos de carretera y autovías urbanas, fue de 6,9 litros cada 100 kilómetros.
El motor funciona con suavidad y, aunque no suene tan bonito como los de gasolina, tampoco tiene una sonoridad que choque o que resulte molesta en ningún caso. Si se circula tranquilo el gasto es muy bajo; si se apuran las marchas o se practica un manejo más deportivo, corre bastante (más que el 1.5 TSI) y el consumo será claramente inferior (al del 1.5 TSI y al de cualquier otro).
La tracción 4×4 mejora la seguridad, especialmente con lluvia o pisos deslizantes. Y ayuda también a superar un tramo nevado o una zona embarrada en una pista de tierra. Aunque reduce al mismo tiempo la capacidad del maletero e implica un sobrecoste que puede no interesar a todos los conductores.
Y algo parecido sucede con el acabado R-Line, que introduce también una suspensión más baja y rígida. Refuerza el comportamiento dinámico en carretera, pero puede mermar también el confort y no ser la mejor opción para el uso diario y familiar.
La suspensión, junto con los neumáticos de perfil bajo y las grandes llantas de 19 pulgadas, crea una conducción ágil y eficaz, y asimismo cómoda, si el asfalto está liso. Pero si el piso presenta baches, parches, zonas rizadas o deterioradas, la suspensión se vuelve algo seca y termina por reducir la comodidad de marcha.
El motor diésel, por último, se muestra además imbatible a la hora de mover el peso, especialmente cuando se viaja con el coche cargado, gracias a su mayor par o fuerza de empuje. Y es que genera 340 Nm de par, mientras que el de gasolina se queda en 250 Nm, y la diferencia se aprecia en los repechos de las autopistas, en las maniobras de adelantamiento y también al salir de los semáforos. En general, la sensación con el motor TDI es que siempre hay potencia disponible, mientras que en el 1.5 TSI no tanto.
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