Errores comunes al conducir con lluvia: ¿cómo evitar el temido ‘aquaplaning’?

También conocido como ‘hidroplaning’, se produce bajo condiciones de lluvia intensa y provoca una de las situaciones más peligrosas para un conductor.

aquaplaning coche lluvia

A pesar de que las bajas temperaturas han quedado atrás, la lluvia se ha hecho presente en gran parte de España. “Se esperan cielos nubosos o cubiertos en buena parte de la Península con chubascos y tormentas, ocasionalmente con granizo”, señala la Aemet este martes.

Por eso mismo, nunca está de más recordar algunos consejos sobre seguridad al conducir ya sea con lluvia, viento y otros factores.

¿Qué es el ‘aquaplaning’?

El ‘aquaplaning’ o también llamado ‘hidroplaning’ se produce bajo condiciones de lluvia intensa y provoca una de las situaciones más peligrosas para un conductor. La primera regla para prevenirlo y afrontarlo es conocer las causas que lo producen. 

aquaplaning

¿Cómo se origina el ‘aquaplaning’?

El aquaplaning se origina en el umbral físico donde el neumático pierde contacto y empieza a patinar sobre la capa de agua que recubre el asfalto.

La velocidad y la cantidad de agua serán los desencadenantes principales de este fenómeno que genera una situación de peligro en la que el conductor pierde el control sobre el vehículo, afectando a la dirección, frenada y aceleración. 

Neumáticos, factor clave

Un factor clave en estas circunstancias para asegurar el agarre a la carretera son los neumáticos. En el diseño de las bandas de rodadura, que es la parte de la rueda que está en contacto con la carretera, toman especial importancia una serie de surcos, encargados de canalizar y evacuar el agua hacia el exterior.

Esto tiene el efecto de secar el asfalto por donde se circula, manteniendo así la adherencia necesaria para controlar el vehículo. 

Pero cuando por alguna circunstancia, como la propia velocidad o el exceso de agua sobre la calzada, los surcos de evacuación no logran completar su trabajo, el neumático deja de estar en contacto directo con el firme y entonces se desencadena el temido ‘aquaplaning’. 

Consecuencias

Los efectos sobre el control del vehículo son inmediatos y el conductor pierde bruscamente la capacidad de girar, frenar o acelerar, quedando a merced de su propia inercia.

Es una situación de peligro que se produce frecuentemente durante los episodios de lluvia intensa y que provocan no pocos accidentes incluso en tramos rectos de carretera que no presentan ningún riesgo cuando permanecen secas. 

Infografía Revista DGT.

¿Cómo evitar el ‘aquaplaning’?

La precaución básica para evitar el aquaplaning es realizar un buen mantenimiento de los neumáticos. Primero controlando mensualmente la correcta presión de inflado recomendada por el fabricante del vehículo porque, si es inferior, el riesgo de que se produzca aquaplaning sobre asfalto mojado aumenta proporcionalmente.  

También habrá que vigilar el estado de desgaste de todos los neumáticos, verificando la profundidad de los surcos de la banda de rodadura que, cuanto más marcados sean, más agua podrán evacuar.

Al respecto, hay que recordar que la DGT recomienda cambiar los neumáticos cuando su espesor alcanza los tres milímetros y establece un mínimo legal de 1,6 milímetros, a partir de los cuales el conductor puede ser sancionado por circular con las cubiertas excesivamente desgastadas. 

Una vez en marcha y en condiciones de lluvia, lo aconsejable es aminorar el ritmo en general, pero sobre todo al aproximarse a los charcos o zonas aparentemente muy mojadas. Como se ha visto, la velocidad es uno de los factores desencadenantes del aquaplaning. 

A pesar de estas prevenciones, una gran cantidad de agua acumulada en la calzada puede sorprender al conductor y provocarlo. En ese caso hay que actuar con calma y sin perder los nervios, ya que cualquier brusquedad agravará el problema y se hará más difícil solventarlo. 

Lo que no se debe hacer

Lo primero será no intentar frenar ni salir de la zona inundada dando un volantazo, a riesgo de provocar un violento e incontrolable cambio en la trayectoria del vehículo. Lo mejor es afianzar bien el volante con las manos sin girarlo y levantar suavemente el pie del acelerador para disminuir progresivamente la velocidad. 

Una vez que los neumáticos sean capaces de evacuar con normalidad el agua bajo su banda de rodadura, el automóvil recuperará su poder de dirección, tracción y frenado, devolviendo el control a su conductor. 

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