Incluso hoy muchos conductores siguen sin ser conscientes de la importancia que tiene el neumático para el coche, único elemento que lo mantiene en contacto con el asfalto y factor clave en la seguridad de la conducción. No faltan quienes compran neumáticos de mala calidad o de segunda mano por ahorrar dinero, sin ser conscientes de los riesgos que ello implica.
Los neumáticos son capitales a la hora de que el coche responda como debe en todo tipo de situaciones, para ello es necesario que su rendimiento sea óptimo no solo cuando salen de fábrica, sino cuando sufren las consecuencias del desgaste y el paso del tiempo.
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La legislación indica una serie de requisitos mínimos cuando son fabricados, pero hasta la fecha no existe ningún test unificado que regule cuál debe ser su comportamiento cuando ya llevan kilómetros a uso. El mínimo legal para circular es de 1,6 milímetros de profundidad de dibujo, pero ello no implica que en esas condiciones todos los neumáticos sigan realizando el desempeño que se les presupone.
Algunos fabricantes abogan porque esta profundidad mínima se eleve a los tres milímetros, lo que obligaría a cambiar los neumáticos mucho antes. Eso supondría un desembolso añadido para el consumidor y un coste medioambiental innegable. Otros, como es el caso de Michelin, apuestan por crear cubiertas cuyo rendimiento se mantenga lo más estable posible en el tiempo, con el objetivo de que sea seguro conducir con ellas hasta el mínimo legal actual.
Los requisitos actuales
Actualmente solo se llevan a cabo pruebas con neumáticos nuevos. Se someten a un test de frenado a 80 km/h (el 90% de los accidentes ocurren a velocidades inferiores a esta) y a otro a 20 km/h sobre una superficie mojada con un milímetro de agua (en el 99% de los impactos la cantidad es inferior). Son, por tanto, dos situaciones que cubren la mayoría de circunstancias en las que tiene lugar un siniestro.
Las pruebas están bien planteadas, aunque no se puede obviar las carencias de realizarlas solo a los neumáticos nuevos. Una vez que salen del taller, comienza un desgaste que afecta a sus propiedades de manera muy diversa. Dependiendo de sus componentes, del patrón de dibujo para evacuar el agua, etcétera, sus prestaciones pueden ir a menos o incluso mejorar con el uso. De hecho, los estudios realizados por Michelin han demostrado que en ciertos casos la distancia de frenado con el neumático usado puede ser hasta 3,4 metros más corta que con el mismo modelo recién montado.
Aunque todavía no hay una regulación establecida, desde marzo se ha creado un grupo de trabajo que tiene como objetivo implementar las pruebas de neumáticos usados, creando una regulación europea denominada General Vehicle Safety Regulation (regulación general de la seguridad de los vehículos) y que está previsto que se adopte a partir de otoño.
Pruebas prácticas
Con los datos en la mano, no hay mejor manera de comprobar la teoría que ponerla en práctica, algo que se pudo hacer en unos seminarios organizados por Michelin. Consistieron en dos pruebas de conducción, una de frenado y otra de manejo.
En la primera de ellas, un coche calzaba dos tipos de neumáticos. Inicialmente, unos de buena calidad pero gastados hasta los 1,6 milímetros; a continuación, otros de calidad media con el mismo desgaste. El ensayo consistió en acelerar hasta 80 km/h y después frenar al máximo sobre una superficie mojada para comprobar dónde se detenía el vehículo.
En el primer caso (con un neumático de calidad), la media de todos los participantes se situó entre los 50 y los 55 metros, gracias a que el dibujo desgastado conseguía evacuar el agua de manera correcta. Con las gomas de gama media, el coche en ocasiones se iba hasta los 80 metros (que hubiera sido más de no empezar de nuevo el tramo seco que ayudaba a detener el vehículo). En conducción real, esta variación de 20 o 30 metros puede suponer la diferencia entre salir airoso o sufrir un golpe por alcance (o una salida de vía).
El segundo test se realizó en un circuito con curvas cerradas y rápidas, zonas de aceleración y una subida más bajada. Sin embargo, no se trataba de conducir lo más rápido posible, sino de hacerlo a la velocidad de circulación normal. En vista de la anchura del trazado, parecía lo ideal rodar entre 50 y 70 km/h. Una percepción inicial que se reveló equivocada.
Para esta prueba se completaban dos vueltas con tres coches: el primero calzaba neumáticos de calidad media desgastados al máximo; el segundo llevaba las mismas cubiertas pero nuevas. El tercero montaba neumáticos al mínimo, pero de mejor calidad.
Con el primer coche las sensaciones fueron malas nada más pisar el agua. El vehículo se desviaba de su trayectoria a poco que se apretaba el acelerador y por muy abierta que fuera la curva. En el giro en U del trazado, apenas a 30 km/h, el control de estabilidad (ESP) entró en acción al menos un par de veces y a pesar de ello resultaba complejo controlar el coche. Ni que decir tiene que a continuación, en la subida seguida de una pronunciada pendiente, lo aconsejable era extremar las precauciones.
El siguiente turno correspondía al vehículo con los neumáticos nuevos. Las sensaciones fueron mejores, pero a pesar de ello a cierta velocidad el coche no transmitía estabilidad: se iba de atrás (culeaba) y tendía a salirse de la trazada indicada. No se llegó a activar el ESP en el giro cerrado, aunque exigía una corrección constante de la trayectoria.
La sorpresa llegó con el tercer juego de gomas, visiblemente desgastadas. Pese a ello, le dieron al coche un aplomo inédito con los neumáticos anteriores. Incluso estando al mínimo, a velocidades constantes no dieron problema alguno, sin provocar movimientos extraños de ningún tipo y respondiendo a lo que le ordenaba con el volante.
No deja de ser chocante que neumáticos en avanzado estado de uso tengan un mejor desempeño que otros nuevos, pero es algo lógico puesto que en el mercado hay cubiertas de diferente calidad. Además, algunas están desarrolladas para que sus prestaciones se mantengan con el tiempo, mientras que otras buscan cumplir con la normativa vigente en exclusiva, que solo afecta a su comportamiento cuando están nuevas. De ahí la importancia de exigir una respuesta estable a los neumáticos usados y de que existan unas condiciones mínimas reguladas para ellos.
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