A finales de los años 40 del pasado siglo, un británico quiso hacer realidad su idea de crear el mejor todoterreno del mundo. Se trataba de Maurice Wilks, ingeniero que trabajaba en la marca Rover y que era hermano de su director, Spencer Wilks.
El proyecto había sido madurado detenidamente por Wilks mientras trabajaba en la explotación agrícola que poseía en la isla galesa de Anglesey. Su espartano Jeep Willys de procedencia militar no le satisfacía para abordar las labores del campo.
Lo que tenía en mente era superarlo construyendo otro vehículo 4×4 igualmente robusto y económico, pero que además pudiera llevar o arrastrar cargas pesadas.
Basándose en su dilatada experiencia de conducción, Maurice se inspiró en el chasis del Jeep para comenzar a desarrollar el vehículo que tenía en mente.
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Junto con su hermano Spencer, diseñó una carrocería desmontable por partes (lo que abarataba las reparaciones) y fabricada en ligero aluminio, un material que abundaba por entonces en Reino Unido al haber sido profusamente utilizado en la industria aeronáutica de la II Guerra Mundial.
Primer prototipo
Un primer prototipo, que tenía la particularidad de llevar el volante en posición central, estuvo listo en 1947. Y ya en 1948, arrancó la producción del Land Rover Serie I, del que se fabricarían ese mismo año 50 unidades.
El nuevo vehículo fue presentado a la prensa en el salón del automóvil de Ámsterdam como un “vehículo agrícola capaz de servir a la vez de tractor y furgoneta, suministrar fuerza mecánica a otras maquinarias y desenvolverse por carretera a la misma velocidad que un coche de turismo”.
Ofrecido desde el principio en varias configuraciones, con formato corto o largo y caja abierta, el Land Rover obtuvo enseguida un éxito de alcance inesperado. Y no solo entre los agricultores y ganaderos británicos.
Muchos profesionales de otros sectores que trabajaban en la construcción o la artesanía se sumaron a la demanda. Y también lo hicieron diversas instituciones estatales, como el Ejército, que enseguida vieron las enormes posibilidades del Land Rover para cumplir cualquier misión sobre todo tipo de escenarios.
Fabricación española
La fama del nuevo todoterreno 4×4 pronto trascendió las fronteras y el Land Rover, del que ya se fabricaban más unidades que de los Rover de turismo, comenzó a exportarse. Y tal fue la demanda internacional que, para satisfacerla, en otros países como Bélgica o Alemania también empezó a fabricarse bajo licencia.
España no fue ajena a esta expansión y se sumó a la iniciativa en unos momentos en que se necesitaba imperiosamente este tipo de vehículos para que el país prosperara. El Land Rover se produjo en la factoría de Linares (Jaén) desde 1958 hasta 1994.
Kenia, Pakistán, Brasil, Sudáfrica, Turquía, Tailandia y Malasia también instalaron fábricas y plantas de ensamblaje para producir el Land Rover, generalizando su uso en las empresas civiles, administraciones, ejércitos y servicios sanitarios de todo el mundo.
Preferido de la reina
Al Serie I le sucederían los Serie II y Serie III, sustituidos en los años ochenta por los no menos famosos Defender. Pero mientras tanto llegó otro hito en la historia de Land Rover con la aparición del Range Rover, otro acierto comercial que incluso mercería convertirse en una nueva marca.
Criticado habitualmente por su rudeza e incomodidad, el Land Rover no satisfacía a los propietarios de fincas más refinados, incluyendo a los aristócratas y a la propia familia real británica, que lo usaba habitualmente durante sus vacaciones.
De todos es sabido que la recientemente desaparecida reina Isabel II siempre fue una acérrima admiradora del todoterreno británico por excelencia.
Range Rover, el todoterreno de lujo
Las críticas se acallaron cuando, en 1970, se presentó el primer Range Rover, con una carrocería autoportante de tres puertas, interiores lujosos, tracción total permanente, frenos de disco y unas sofisticadas suspensiones que aportaban una comodidad exquisita frente a la rudeza del Land Rover tradicional.
El nuevo modelo evolucionó con una versión de cinco puertas y otra alargada e inició una saga que, al igual que el Land Rover Defender, se mantiene plenamente vigente en nuestros días, habiendo incorporado a lo largo de sucesivas generaciones las más avanzadas tecnologías, incluida la electrificación de sus mecánicas.
Pero estos éxitos no serían los únicos de la marca. Otros modelos como los afamados Discovery, los populares Freelander o los dinámicos Sport también han sido grandes logros comerciales que han trascendido por su eficacia y personalidad en la categoría de los coches todoterreno. O el reciente Velar, todo un compendio de elegancia y tecnología.
El primer coche que ganó un París-Dakar
Y qué decir del revolucionario y pionero SUV urbano Evoque, iniciador de este segmento en su faceta más exclusiva y que se apuntó otro tanto al convertirse en el primer todoterreno descapotable con techo eléctrico.
Además de haber protagonizado grandes aventuras y exploraciones, Land Rover también ha estado presente en el mundo del deporte, y un Range Rover tiene el honor de haber sido el coche que ganó la primera edición del París-Dakar, en 1979. Y también despuntó al ser coche oficial del legendario rally de aventura Camel Trophy, celebrado anualmente entre 1980 y 1998.
En cuanto a su historia empresarial, el grupo Rover fue adquirido en 1994 por BMW y esta separó y vendió Land Rover a Ford en el año 2000, que también se hizo con Range Rover seis años después.
Pero ahí no acabaría la itinerancia de ambas marcas, porque, en 2008, el grupo indio Tata se las compraría a Ford junto a Jaguar, facilitando así las inversiones necesarias para modernizar a la última sus fábricas y desarrollar la actual gama de modelos.
La inspiración de una lata de sardinas
La originalidad que ha caracterizado a los Land Rover atañe también a la historia de su logotipo, de aspecto sencillo pero inconfundible. En la veterana y recientemente modernizada fábrica de Solihull (Reino Unido), se cuenta de boca en boca que cuando Maurice Wilks fundó la compañía se vio en la necesidad de diseñar un emblema que lucieran sus coches sobre la calandra.
Y parece ser que lo hizo a la hora del almuerzo, aprovechando para siluetearlo la marca que había dejado sobre el mantel una lata de sardinas, y de ahí su forma ovalada. Una historia muy creíble, dado el pragmatismo y economía que demostró Wilks a la hora de proyectar sus vehículos.
Inicialmente, el logotipo presentaba un fondo gris y llevaba escritos a los lados los topónimos de Solihull y England, pero con el tiempo estos desaparecieron, resaltando solo el nombre de Land Rover. Y, en 1978, el fondo se decoró de color verde oscuro, de evocación más british y también para resaltar el tradicional espíritu campero de la marca.
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