Dentro de la amplia gama mecánica del Range Rover Evoque, la versión diésel de 163 CV parece una de las más recomendables por su compromiso entre prestaciones y consumos, además de las ventajas de la etiqueta ECO que puede mostrar por su microhibridación.
Para empezar, es un SUV que ya lleva en el mercado unos tres años con esta carrocería, su segunda generación, pero su diseño se sigue viendo elegante. Y, al mismo tiempo, tecnológico, deportivo y actual; tanto que no va a pasar de moda fácilmente.
Y todo esto, concentrado en una carrocería que mide 4,37 metros de longitud, 1,90 de anchura y 1,65 metros de altura, y que ya no tiene versión de tres puertas.
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Faros afilados, una zaga parecida a la de su hermano mayor el Discovery y, sobre todo, esos tiradores de las puertas enrasados, que emergen para abrir las puertas; son detalles que lo colocan en el olimpo de los SUV premium, con pocos rivales en cuanto a diseño se refiere.
Interior de lujo
Lo mismo pasa por dentro en el Range Rover Evoque. Aunque seguramente esté próxima su renovación y se encamine por los pasos de su hermano mayor el Range Rover, su cantidad de pantallas y de información disponible abruman un poco.
Y eso que todo está muy bien ordenado. Para empezar, en el centro, con su sistema Touch Pro Duo: los forman dos pantallas de 10 pulgadas, cada una con sus propias funciones y no demasiados submenús.
Sobre todo la inferior, dedicada a la climatización, aunque con dos mandos giratorios exteriores, en la que también se pueden elegir los modos del Terrain Response 2. Para todo lo demás, la de arriba: es decir, navegación, sonido o telefonía.
Bien es verdad que la posición de la palanca de cambios parece molestar, pero no lo hace en absoluto para ver bien esta pantalla inferior. Sustituye al mando giratorio de la generación anterior; verlo emerger al arrancar el coche era como ver salir los tiradores de las puertas en esta generación: todo un placer visual.
Si se habla de espacio a bordo, también es cierto que aquí no está a la altura de otros SUV de este segmento. Si es lo que se busca, no es el coche ideal. Detrás, dos adultos de 1,80 metros de altura van a viajar bien, pero no les va a sobrar espacio para las piernas, para las cabezas o, sobre todo, para los hombros.
El maletero del Evoque, una baza a favor
Lo compensa con una maletero bastante amplio y ya sí en línea con los coches alemanes de este estilo, gracias a sus 591 litros ampliables a 1.383 al abatir los asientos. Queda un poco alto para cargarlo de bultos, pero disfruta de líneas rectas que se agradecen a la hora de acomodar maletas muy angulosas.
Este acabado SE también cuenta con una buena dotación que comienza con unas llantas de 20 pulgadas, faros LED, asientos de piel, control de crucero adaptativo, asistencia de permanencia en carril, cámara trasera, o el Terrain Response 2 para gestionar diferentes elementos en una conducción todoterreno.
Estos elementos son el motor, la caja de cambios, la tracción y los frenos. Dispone de dos programas para asfalto denominados Normal y Eco, y tres para conducción fuera del asfalto: uno para superficies con poca adherencia (gravilla, nieve o hierba), otro para la arena y otro para terrenos muy irregulares o con barro.
Además, añade otro que reconoce automáticamente el terreno y configura el coche para superarlo. Por no hablar de la cámara que proyecta el camino en la pantalla, para detectar piedras muy grandes u otros obstáculos al circular despacio por caminos muy rotos.
En marcha
Todo este despliege electrónico para salir del asfalto convierte a este Evoque en uno de los SUV más orientados hacia el todoterreno del mercado. A su Terrain Response 2 añade más de 21 centímetros de altura libre al suelo, un control de descenso, asistente de arranque en pendiente o un inicio de marcha de baja tracción.
Todo esto le sirve para que su tracción total pueda atravesar zonas realmente complicadas, incluso si están llenas de agua, gracias a su profundidad de vadeo también notable, de 53 centímetros.
Y es que el Evoque es mucho más que un SUV, más que un todocamino. Sorprende por sus capacidades que, sinceramente, rara vez serán puestas a prueba al límite. Más que nada, porque su límite está realmente alto.
No lo está tanto de vuelta al asfalto, donde también se comporta bien, con una buena precisión en su guiado y una suspensión con un buen equilibrio entre la sujeción de la carrocería y la absorción de los rotos pronunciados.
Pero si se aumenta el ritmo, el balanceo se acusa más y el esfuerzo por mantener la trazada es superior al que se debe ejercer, por ejemplo, en un Audi Q3 o un BMW X1. En el gris elemento, los alemanes cuentan con una mejor dinámica.
Un diésel de 163 CV
El motor de dos litros representa al acceso a los motores diésel, un combustible todavía muy lógico en este tipo de coches, a pesar del aumento de precio por litro. Sus 163 CV y el cambio automático de nueve velocidades se llevan muy bien, y también hacen entender a los pasajeros que tanto para un uso habitual en ciudad como para carretera no hace falta mucho más. También ayuda un notable par motor de 380 Nm.
Eso sí, su sonoridad es algo superior a la de sus rivales, sin que suponga molestia alguna para los ocupantes. Lo compensa, y con creces, al lucir la etiqueta ECO de la DGT en el parabrisas. Lleva un pequeño motor de 48 voltios que almacena energía utilizable al acelerar y que sirve para mejorar el rendimiento y el consumo.
Este último es más que razonable en un coche como este, que ofrece todo lo comentado. Y es que, con un uso mayoritario en ciudad, ha gastado algo más de 7 l/100 km de media.
Esta versión, con la denominación comercial D165, cuenta con un precio final de 63.050 euros. Pueden parecer mucho, pero hay que tener en cuenta todo lo que ofrece a cambio. Sobre todo para salir fuera del asfalto, que sería su principal argumento de compra.
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