Ferdinand Porsche vino al mundo en septiembre de 1875 en el pueblo de Maffesdorf, una localidad de Bohemia del Norte por entonces perteneciente al Imperio austrohúngaro, que con el devenir de la historia se convirtió en Vratislavice, un barrio de la ciudad checa de Liberec. Y para asombro de los visitantes, a día de hoy la casa natal del famoso ingeniero permanece en su estado original y se puede visitar.
En 2012, la casa fue adquirida y fielmente restaurada por el fabricante checo Skoda, que la ha incorporado a su propio patrimonio histórico.
Tercero de cinco hijos, Ferdinand estuvo en contacto con la mecánica desde pequeño, ya que su padre Anton era maestro tornero y tenía su taller anexo al propio domicilio. Y como era lógico, al acabar la escuela primaria, comenzó a trabajar allí mismo como aprendiz para colaborar en el negocio familiar.
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Sin embargo, lo que fascinaba al joven Ferdinand eran los telares Ginzkey de accionamiento eléctrico, que se encontraban próximos a su casa. Eran famosos por tejer alfombras, por ejemplo, para el lujoso hotel Waldorf Astoria de Nueva York. Su interés por la electricidad fue creciendo, por lo que decidió ingresar en la universidad laboral de Reichenberg para formarse en este campo tan innovador asistiendo a las clases nocturnas.
El contacto de Porsche con el automóvil
Los conocimientos y el talento no tardaron en dar sus frutos. Después de instalar una red eléctrica en el domicilio familiar, algo insólito en aquella época, se trasladó a Viena para completar su formación. En la capital austriaca entró entonces en contacto con el automóvil, otro invento que le cautivó y que ya marcaría para siempre el resto de su vida.
El primer coche 4×4
Desde 1899, Ferdinand Porsche comenzó a trabajar en la fábrica de carruajes Lohnerwerke y allí tuvo una idea profética al aplicar sus conocimientos de electrotecnia a la mecánica del automóvil, que entonces se encontraba en pleno desarrollo.
El resultado sería el Semper Vivus Lohner-Porsche, un coche revolucionario presentado en 1900 durante la Exposición Universal de París, y que aún impresiona por sus avances. Combinaba el motor de explosión con los eléctricos, alojados en los cubos de las ruedas, siendo así el primer vehículo híbrido de la historia y también el que estrenó la tracción 4×4.
Un avance técnico que le hizo famoso y que le sirvió en 1906 para entrar como ingeniero jefe en la empresa Austro-Daimler, donde llegaría a ser director general. Desde entonces, sus desarrollos comenzaron a destacar no solo en lo comercial, donde los clientes se multiplicaron, sino también en el mundo de la competición al registrar grandes victorias en carreras tan reputadas como la Targa Florio italiana.
Otra etapa brillante de su carrera se abrió al ser contratado como director técnico en 1923 por Mercedes, y su paso por la marca de la estrella se rubricó con una época dorada que dejó para la historia los primeros modelos de la Clase S (S, SS, SSK), también triunfadores en numerosas competiciones y que desde entonces representaron además el máximo lujo en el automóvil.
El encargo de Adolf Hitler
Pero la genialidad de Porsche iba más allá que trabajar para marcas prestigiosas, y para dar rienda suelta a su incansable inventiva fundó en 1931 su propia marca. Estaba destinada inicialmente a desarrollar motores para coches de carreras, así como piezas especiales de su propia invención. Por ejemplo, la barra de torsión de las suspensiones que aún se utiliza hoy en día. Fruto de aquella época es el espectacular Auto-Union P-Wagen, precursor de los modernos monoplazas de F1.
Mientras tanto, Ferdinand supo inculcar a su hijo Ferry la pasión que sentía por la tecnología del automóvil y muy pronto le nombró director de la marca. Aunque la llegada del nazismo a Alemania forzó a la recién creada empresa a trabajar a las órdenes del nuevo régimen, incluso en esas turbulentas circunstancias supieron brillar con un resultado asombroso.
Hitler en persona encargó a Porsche un coche asequible y popular, fiable, capaz de alcanzar los 100 km/h y que funcionase bajo cualquier climatología. Para llevar a cabo el ineludible encargo, el ingeniero retomó un incipiente proyecto que tenía ya en cartera y que finalmente culminaría en el Volkswagen Escarabajo, uno de los modelos más vendidos de la historia.
La llegada de la II Guerra Mundial paralizó entonces los planes comerciales de Porsche. La marca se vio obligada a diseñar material bélico diverso, desde carros de combate hasta vehículos ligeros todoterreno como el Kübelwagen, que era la versión militar del Escarabajo.
El 356, origen de la leyenda
Tras la guerra, un proceso general contra los abusos laborales del nazismo condenó a Ferdinand Porsche a un encierro de dos años en Francia. Mientras tanto, su hijo Ferry mantuvo en funcionamiento la empresa y también un prestigio que ya se habían labrado en el sector y en el mundo de la competición.
Más tarde y dos años antes de la muerte de Ferdinand, vería la luz en 1948 el primer modelo propio de la marca, el icónico deportivo Porsche 356. También estaba basado en el prototipo Volkswagen Type 1, a partir del cual se había desarrollado el Escarabajo.
El 356 sería todo un acierto para la el futuro de la marca. Sobre todo, porque años más tarde evolucionaría en un sucesor más habitable y cómodo llamado 911, que se presentó en 1963 y que desde entonces ha sido considerado como la principal referencia entre los coches deportivos.
A lo largo de varias décadas, ocho generaciones de este inconfundible modelo han consolidado la gloriosa historia de Porsche, tanto en la calle como en los circuitos. En muy diversas especialidades (incluyendo la F1) ha conseguido un palmarés único al dominar, con regularidad teutona, míticas carreras como las 24 Horas de Le Mans.
Un logotipo diseñado sobre una servilleta
Aunque el logotipo de Porsche presenta una curiosa similitud con el de Ferrari, al exhibir ambos un caballo encabritado, no deja de ser una casualidad. En el caso de la marca alemana, el símbolo proviene del blasón que distinguía al olvidado estado independiente de Württemberg, que desapareció tras la guerra al unificarse con otras regiones de la Alemania occidental.
Y fue el mismo Ferry Porsche quien dibujó sobre una servilleta en 1952 este logotipo, durante una comida en Nueva York con un importador estadounidense. En el conocido emblema que decora el capó de los Porsche, fusionó el blasón medieval con el escudo de la ciudad de Stuttgart, en cuyas proximidades se encuentran las instalaciones de Zuffenhausen, sede y fábrica de la marca.
A lo largo de su historia, otros modelos han ido reforzando la codiciada oferta de la firma alemana, como los más recientes Boxster, Cayman o Panamera. Sin olvidar a los Cayenne y Macan, que han extendido el éxito de los deportivos de formato cupé a la categoría de los SUV, donde la marca ha conquistado un lugar predominante por su exclusividad y prestaciones.
Inmersa en pleno proceso de electrificación, Porsche también ofrece en su gama actual gran variedad de mecánicas híbridas. Y en 2019 lanzó el Taycan, una berlina deportiva con hasta 761 CV y que posee una autonomía de 450 kilómetros.
Una acertada oferta de modelos que ha hecho de Porsche la marca más rentable del Grupo Volkswagen, a la que pertenece desde 2012, y que esta misma semana ha animado al poderoso grupo alemán a autorizar su cotización en bolsa.
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