Desde hace algunos años, no deja de acrecentarse el fenómeno de los SUV y el concepto intermedio crossover, estos es, berlinas con carrocería elevada. Se trata de modelos con cierto aspecto de todoterreno y con ruedas con mayor tamaño de lo habitual, aunque la mayoría de ellos no sean 4×4 ni tengan mayores pretensiones camperas.
La gran aceptación de este tipo de coches tiene una explicación, porque aportan ciertas ventajas sobre los tradicionales. Sin embargo, al plantearse su compra también habrá que tener en cuenta ciertos inconvenientes frente a los modelos de altura más reducida.
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La primera satisfacción que aporta a su propietario un coche de carrocería elevada es una excelente accesibilidad. La mayor altura del asiento a la hora de acomodarse, unas puertas más grandes y un dintel más elevado facilitan la entrada y salida de los ocupantes. Y, en la parte posterior, un generoso portón y un nivel de carga más alto facilitan la manipulación del equipaje.
Mejor visibilidad en la carretera
El conductor, además, apreciará enseguida una posición más dominante del entorno y su visibilidad periférica mejorará respecto a los coches con un formato más bajo, como los compactos o las berlinas clásicas. Desde el puesto de conducción de un coche con carrocería alta se ve más lejos, y también se posee una mejor percepción del entorno y una visión más amplia en los retrovisores.
Otra ventaja de los coches altos es su habitabilidad. Ya sean de tamaño compacto, familiar o más grandes, disponen de mucho espacio aprovechable en su interior. La razón es que, aunque en muchas ocasiones compartan la misma plataforma que las berlinas, disponen de unos voladizos más grandes.
Esto permite aprovechar mejor la distancia entre los ejes para así agrandar el habitáculo y el espacio disponible entre los asientos. Además, la mayor altura al techo ofrece más espacio para las cabezas de los ocupantes adultos.
Coches altos: mayor polivalencia
Los coches altos también ofrecen una mayor polivalencia, al disponer en algunos modelos de asientos desplazables a lo largo para ganar sitio al maletero, y que además se pueden abatir y plegar con más facilidad para agrandar a voluntad el espacio de carga.
La ventaja práctica de los SUV suele completarse con un espacio más grande de lo normal para el equipaje y con diversos espacios portaobjetos repartidos en el interior del habitáculo, que suman una mayor capacidad útil que los habituales en las berlinas clásicas.
Y, en algunos casos, los SUV aprovechan además su diseño posterior, más voluminoso y cúbico que en otros coches, para sumar la ventaja de una tercera fila de asientos y aumentar la capacidad a siete plazas.
Capacidad fuera del asfalto
Por último, otro argumento a favor de los coches altos es su robustez. Sobre todo, imponen por sus generosas dimensiones exteriores y por su apariencia, exhibiendo unos paragolpes de gran tamaño y en ocasiones protecciones laterales similares a las de los todoterrenos.
Por otro lado, una mayor distancia libre al suelo y unas ruedas de mayor tamaño que las convencionales permiten a este tipo de coches (generalmente de tracción 4×2) rebasar pequeños obstáculos como bordillos y escalones, además de poder circular por carreteras o pistas en mal estado sin temor a dañarlos.
El consumo de los SUV
Pero no todo son ventajas en el mundo de los SUV. Su mayor defecto es su tamaño, superior al de las berlinas análogas, que los hace más pesados y con un centro de gravedad más elevado. Por comparación a modelos similares de formato tradicional (compactos, berlinas o rancheras), esta circunstancia empeora la dinámica.
Así, se alargan las distancias de frenado y se aprecian más las inercias en las curvas, con balanceos de la suspensión que perjudican la estabilidad. En general, son coches que resultan más torpes en sus reacciones, además de ser más sensibles al viento por su tamaño. Y en ciudad no resultan tan ágiles a la hora de circular y aparcar.
El peso y el tamaño también se convierten en un factor negativo en cuanto a la eficiencia mecánica. El motor necesita más esfuerzo para mover una masa superior y también se ve obligado a contrarrestar una aerodinámica más desfavorable que la de los coches de menor altura.
La exigencia de esa energía extra, a igualdad de motorización perjudica el consumo de los SUV, independientemente de cuál sea su tipo de mecánica (de explosión, híbrida o eléctrica).
Los todocaminos son más caros
A la hora de decidirse por un SUV, también habrá que tener en cuenta un mayor precio de adquisición frente a las carrocerías tradicionales. En concreto, y a igualdad de categoría y motorización, los todocaminos suelen ser un 20% más caros que sus homólogos de formato clásico.
El incremento en las tarifas se debe a su mayor tamaño, que requiere más materiales para su fabricación, y a la mayor demanda. Por otra parte, el coste del mantenimiento también será superior. Los SUV utilizan piezas y repuestos más grandes y caros (los neumáticos y frenos, por ejemplo), y las pólizas de seguros también resultan más onerosas.
Por último, en la faceta más negativa de los SUV se puede citar una falsa sensación de seguridad. Según estudios del laboratorio de pruebas Euro-NCAP, la posición elevada de estos vehículos propicia que los conductores se relajen en exceso, confiados en la aparente robustez de su vehículo. Pero, como ya se ha comentado, a la hora de frenar o realizar una maniobra de esquiva, no son tan eficaces como una berlina comparable, que sobre la carretera siempre tendrá un mejor comportamiento dinámico.
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