Elegir el nombre correcto de un modelo es una de las claves para su éxito comercial. Y definirlo con cuidado no se hace de un día para otro. Es un proceso que requiere su tiempo, tanto como, a veces, hasta dos años.
Este proceso es conocido en márketing como naming, es decir, el conjunto de criterios que se tienen en cuenta para nombrar un producto.
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Y entre ellos, por supuesto, el primero es la originalidad. Debe ser un nombre que no esté registrado y que sea, por lo tanto, original. Además, muchas marcas recurren a estudios de mercado y otras herramientas hasta dar con la denominación ideal.
¿Cómo son hoy los nombres de coches?
En el siglo XX los coches tenían nombres a menudo elegidos por los ingenieros y mucho más técnicos que combinaban números y letras (Porsche 911, Ferrari 250 GTO, etc); después las marcas buscaron crear un símbolo de estatus en la posesión de un vehículo. Por eso se recurrió a nombres en inglés, griego o latín (Lancia Delta, Dodge Challenger, etc).
La tecnología y las nuevas fuentes de energía como la electricidad están siendo ahora los protagonistas de los nombres (Audi Q8 e-tron), aunque se mantiene esa combinación de letras y números en muchas marcas (Audi A3).
Por otro lado, el cuidado del medioambiente y el cambio en las normativas al respecto, ha generado una serie de nombres específicos para toda una gama de coches o de motores, como los EfficientDynamics de BMW, Bluemotion de Volkswagen o BlueEfficiency de Mercedes.
Nombres con significado
Unas veces, los nombres pueden tener un significado muy concreto; otras, ninguno. Por ejemplo, Audi, Citroën o Peugeot continúan con sus A3, C4 o 308 respectivamente. Seat, por otro lado, con sus Ibiza, León o Toledo, ha recurrido a ciudades españolas. O Nissan Qashqai, que tomo el nombre de una tribu de Afganistán.
Otras veces puede fusionar varios conceptos: Renault Twingo, que proviene de la fusión entre Twist y Tango. O ser el resultado de un concurso entre los clientes de marca, como el Volkswagen Tiguan, elegido por los lectores de una revista y que también es una combinación de las palabras tigre e iguana.
También hay bastantes que sugieren aventura o libertad en sus nombres, como el Ford Explorer (también en la reciente versión eléctrica), el Land Rover Freelander o el Jeep Compass.
Pero casi todos los nombres se resumen en tres posibilidades: palabras inventadas, que dan pie a nombres abstractos sin significado alguno; descriptivos o palabras reales ya existentes; y nombres compuestos.
Detalles a tener en cuenta
Como en cualquier proceso de naming con otros productos y cuando ese nombre es a nivel global, hay que tener mucho cuidado con la elección, para que no entre en conflicto con temas tan sensibles como el racismo, el sexo, la religión o, en general, la educación y el buen gusto.
También es verdad que, a veces, y dado que los nombres con significado no quieren decir lo mismo en un país que en otro, se opta por poner un nombre en un país o región y cambiarlo para otra zona del mundo. Un buen ejemplo es el Mitsubishi Pajero que, en nuestro país, se llamo Montero.
También es clave el idioma en el que se va a pronunciar el nombre, clave a la hora de llamar un coche de determinada forma. A todo esto, se le añade que se debe procurar poner un nombre atractivo y fácil de recordar. Un ejemplo de que esto a veces tampoco es tan sencillo como parece es el bZ4X de Toyota.
¿Cuál es proceso?
Las marcas suelen hacer un listado de nombres para cada modelo, teniendo en cuenta las diferentes sedes mundiales que hacen sus propuestas. Estas deben informar si alguno de esos nombres tiene connotaciones negativas en su región. Todos esos se eliminan y, al final, queda un listado con una decena de nombres válidos.
Además, la denominación no debe de estar registrada, como ya se ha mencionado, en ningún país de los que se vaya a comercializar. También se busca que tenga consonantes fuertes, como la K o la X, que resultan más atractivos, tipo Volkswagen Amarok.
Pero eso sí, debe cumplir unos mínimos y es que sea fácil de recordar y cuadre con la estrategia del producto. En definitiva, un sinfín de parámetros a tener en cuenta que complica mucho más una elección que, a priori, puede parecer sencilla.
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